martes, 1 de febrero de 2022

LA CULTURA DEL ODIO

 Por Jorge Eduardo Medina Barranco                                                                                                           

São Paulo, Brasil. Febrero 1 de 2022



Este escrito de hoy, como muchos otros de mi blog, son reflexiones que tienen como intención ayudar a los lectores a no desligarse de la realidad, por fea, dolorosa o amarga que sea, para que no olvidemos que el mal siempre está presente en nuestro mundo, que nos rodea, nos amenaza, nos quiere conquistar o destruir. Como en un jardín, nosotros debemos trabajar sobre sí mismos para impedir que las malas hierbas, que son todos esos mensajes y acciones de odio, violencia y desamor, se siembren en nuestra psiquis.

La periodista de El País, Esther Paniagua, inicia su entrevista a la periodista estadounidense Talía Lavín comentando que Lavín pasó un año infiltrada online en decenas de grupos supremacistas blancos y neonazis, haciéndose pasar por uno de sus miembros, acostándose y levantándose enfadada y exponiéndose al odio constante, a las incitaciones a la violencia armada y al asesinato, a cientos de memes y vídeos de agresiones, apaleamientos y mutilaciones y a la espiral perversa de cosas despreciables de las que hablan estos supremacistas raciales, para escribir el libro cuya portada encabeza este escrito: La cultura del odio.

Talía Lavín nos dice:

«En EE UU se cree que quienes están involucrados en movimientos de odio son un poco ignorantes, que son unos perdedores que viven en el sótano de su madre y no tienen otras opciones en la vida. Lo que descubrí fue que muchas de estas personas tienen vidas muy plenas y completamente normales. Tienen esposa, trabajo, hijos y vidas exitosas… Proceden también de barrios ricos»

Esa es una de las habilidades del mal para engañar, construir estereotipos que te hagan creer y sentir que es imposible que haya gente así de perversa en tu lindo vecindario, o entre tus conocidos o compañeros de trabajo. La gente se opone con fuerza a enfrentar esa y muchas otras realidades malvadas que impregnan el día a día de sus sociedades. El mal existe en las comunidades humanas porque está implantado en la psiquis de las personas, y nuestra propuesta gnóstica es que tenemos que eliminarlo de nuestro propio interior mediante un trabajo psicológico muy particular, especial, extraordinario y poco corriente. Y no tienes que permanecer en una creencia o comunidad específica: puedes ser creyente o no creyente, lo importante es que trabajes sobre ti mismo. Obviamente, ese trabajo requiere aprendizaje del método y es necesaria una Escuela. Pero, como de toda Escuela, al terminar tu aprendizaje eres libre de ir a ejercerlo donde gustes o donde puedas, según tus propias circunstancias de vida. En cualquier caso, el camino principal se desarrolla en el hogar y la vida social cotidiana.

Más adelante, Lavín comenta que los supremacistas blancos «Insensibilizan a la crueldad bajo la idea de que los negros y los judíos son infrahumanos. Intentan deshacerte de cualquier simpatía que puedas sentir por ellos. Y luego te dicen que, al luchar contra esas personas, estás ayudando a salvar el mundo»

No importa cuánto dinero tengas, ni lo buena que sea la escuela a la que envías a tus hijos: nadie es inmune a la propaganda del mal en sus múltiples formas porque, lamentablemente, no es solo el supremacismo blanco. Supremacismo es toda ideología que defiende la superioridad de un colectivo humano frente a los demás por razones étnicas, biológicas, culturales, religiosas, origen o nacionalidad.

De hecho, existen muchos supremacistas gnósticos que no buscan la redención del ser humano sino la ‘salvación’ personal y egoísta, despreciando a todos los que no aceptan sus propuestas y considerándolos como dignos del infierno, sin distingos de ninguna clase: si no entras en su secta, no te salvas; como cualquier otra secta fanática de las muchas que existen en todas las tradiciones religiosas del mundo. Que importa que uno de los factores de la Revolución de la Conciencia sea el Sacrificio por la Humanidad. Muchas de estas sectas gnósticas han crecido a la sombra del desprecio, el insulto y la negación del insigne maestro Gargha Kuichines (Julio Medina Vizcaino, cuyo nombre quieren borrar de la historia del gnosticismo), y de sus “más nobles discípulos” como llamó el maestro Samael Aun Weor a quienes, como yo, seguimos la doctrina del amor a la humanidad predicada y practicada por este insigne Buda Gnóstico, que fue el primer y más fiel difusor de la doctrina gnóstica Samaeliana, y sin cuya ayuda no habría existido. Pero qué le vamos a hacer, así funciona el perverso “yo” supremacista.

Volviendo a la entrevista, Lavín ahonda diciendo que:

«Hay muchas personas en el movimiento supremacista blanco que simplemente disfrutan de la crueldad 
por sí misma, pero la mayoría de las personas, cuando se despiertan por la mañana, no quiere pensar “soy un villano horrible”. Quieren creer que están salvando el mundo, que están ayudando a crear un mundo mejor y más seguro para los blancos. Están muy obsesionados con la noción de mantenerse a sí mismos y a sus hijos a salvo de la “malvada influencia judía”»

Esta doctrina antijudía es, tristemente, muy cristiana. Como es sabido, el antijudaísmo cristiano es la discriminación y la hostilidad de los cristianos y de sus iglesias hacia los judíos, basada fundamentalmente en argumentos religiosos.

La predicación de Jesús es judía, ocurre en tierras de Palestina, al igual que los primeros cristianos, que son básicamente judíos que aceptaron a Jesús como una persona venerable o incluso el mesías. Esta comunidad cristiana primitiva era judeocristiana o cristianos judíos, que se caracterizaban por la combinación de la confesión de Jesús como Cristo sin salirse de las tradiciones judías como la observancia del sábado, la observancia del calendario judío, la observancia de las leyes y costumbres judías, la circuncisión y la asistencia a la sinagoga.

La misma predicación de Pablo de Tarso, cuya notable actividad apostólica entre los que no eran judíos le valdría el nombre de apóstol de los gentiles, se desarrolló casi siempre en los lugares donde había comunidades judías. Tal como nos informan sus Cartas y los Hechos, solía ser allí donde, después de dirigirse a los judíos, a menudo en la sinagoga, comenzaba a predicar a los gentiles. Y tanto los Hechos como las Cartas dan a entender que los mismos judíos miraban al principio a los cristianos como un grupo más, escindido y cada vez más herético, del propio judaísmo.

Los primeros cristianos judíos se presentaban a sí mismos como el "Nuevo Israel" y se escandalizaban porque los judíos persistieran en su "ceguera" de seguir esperando la venida del Mesías, para cumplir la Promesa que Dios le hiciera a Abraham, cuando el Mesías ya había llegado: era Jesucristo. Finalmente, como el cristianismo crecía en todo el mundo gentil, los cristianos se separaron de sus raíces judías y de Jerusalén.

De esa no aceptación de Jesús como Mesías por parte de los judíos, el cristianismo creó la falsa acusación de que los judíos eran el pueblo deicida, el responsable de la muerte de Jesucristo en la cruz; y durante siglos, en las ceremonias del Viernes Santo, se invitaba a los fieles cristianos a rezar pro perfidis Judaeis, que quería decir algo como “oremos por los judíos que están apartados de la fe verdadera”, pero que los cristianos siempre le dieron el sentido de una supuesta perfidia y maldad que caracterizaba al pueblo judío en su conjunto.

Como afirmó el sociólogo francés Michel Wieviorka, hay dos fuentes principales del "antijudaísmo" cristiano: En primer lugar, la crítica que le hacen los cristianos a los judíos de no reconocer a Jesús como mesías y de negarse a abjurar de su fe para convertirse al cristianismo. Y, por otro lado, la acusación de ser un pueblo criminal, "deicida”.

Hubo que esperar casi dos mil años para que el papa Juan XXIII en 1959 ordenara que ya no se rezara el Oremus pro perfidis Judaeis en las iglesias católicas. Sin embargo, la animadversión a los judíos no ha desaparecido de entre los cristianos fanáticos, como estos supremacistas blancos de que habla Lavín.

¡MIRA EN TU INTERIOR, BUSCA CREENCIAS SUPREMACISTAS Y ELIMÍNALAS DE TU PSIQUIS SI QUIERES CONTRIBUIR A LA CONSTRUCCIÓN DE UN MUNDO MÁS HUMANO!



sábado, 15 de enero de 2022

LIBERALISMO EGOICO = LIBERTINAJE

 Por Jorge Medina Barranco                                                                                                             

 São Paulo, Brasil. Enero 14 de 2022

El liberalismo es una doctrina política que nació en Inglaterra durante el siglo XVII. Los fundamentos intelectuales del liberalismo fueron establecidos por John Locke (1632 - 1704), filósofo y médico inglés, considerado como uno de los más influyentes pensadores del empirismo inglés y conocido como el «Padre del Liberalismo Clásico».

Los momentos de máxima expresión histórica del liberalismo lo encarnaron la Revolución Norteamericana en 1776, la Revolución Francesa en 1789 y los procesos independentistas en América Latina a partir de 1810.

Esta doctrina defiende la libertad individual, la igualdad ante la ley, y una reducción del poder del Estado en la vida social y económica.

En su época nació para poner límites a la monarquía absoluta, que no reconocía al individuo como sujeto de derechos sino como súbdito sujeto a la autoridad del rey. Los fundadores del liberalismo teorizaron que el Estado existe realmente para garantizar la seguridad, esto es, la vida, y la propiedad. De modo que si el gobierno no cumple con este cometido pierde su legitimidad. Obviamente, la prioridad del Estado debe ser la vida de sus ciudadanos: la vida está por encima de la propiedad, porque sin vida no se puede poseer propiedades.

Hoy día hay muchas formas y tipos de liberalismo, pero en general defiende los derechos individuales —como el derecho de propiedad, la libertad de asociación, la libertad de religión o la libertad de expresión—; el libre mercado o capitalismo; la igualdad ante la ley de todo individuo sin distinción de sexo, raza, origen o condición social; y el Estado de derecho o imperio de la ley al que deben someterse los gobernantes.

En una situación de desastre como la que ha creado la pandemia de la covid-19, tenemos que defender que la vida constituye un valor básico. Detrás de ella está la propiedad y, en el contexto actual, la economía. Vida, libertad, economía, ese es el orden que debemos defender en una sociedad laica en estos tiempos de pandemia.

Muchos políticos occidentales han basado su retórica electoralista en la libertad del individuo a ultranza, que coincide con las ideas de los negacionistas, los antivacunas, los conspiranoicos y los ultras individualistas. En ese contexto, la libertad consiste en hacer lo que uno quiera: es responsabilidad de los “individuos” llevar o no mascarilla, vacunarse o no, reunirse en grupos o no, etc. No existe el ciudadano, que habita en un Estado como sujeto de derechos y deberes civiles y políticos, sino “individuos soberanos” que hacen cada uno lo que le viene en gana.

La idea de “hacer lo que uno quiera” es la expresión de un individualismo egoísta e irresponsable, que

ignora la vida en común. Es lo que llamo “liberalismo egoico”, que no es más que libertinaje, palabra que han ido eliminando del vocabulario contemporáneo gracias al éxito social de los libertinos.

Tal visión libertina tiene su marco político en el libertarismo de Reagan, Thatcher o Friedman, que tanto daño hizo al mundo, porque esa visión es una doctrina de tendencia anarquista que, en última instancia, propugna por la supresión del Estado y del poder gubernativo en defensa de la libertad absoluta del individuo. La realidad es que esa posición política genera un descuido total de la ciudadanía, convirtiéndose en un “sálvese quien pueda”.

Pero la libertad liberal no posee solo un sentido político, sino que también posee un sentido moral, el que da lugar a la tolerancia, los derechos, la valoración de la vida privada y la libertad dentro de un marco normativo. Esto significa que mi libertad tiene un límite en el daño que mi acción produce en el otro: no llevar mascarilla en espacios cerrados, no vacunarme, no guardar distancia social o lavarme las manos atenta contra la vida del prójimo; asistir a macro fiestas, espectáculos masivos o centros de ocio sin ningún cuidado, atenta contra los demás al propagarse el virus libremente en la sociedad. La libertad no es, pues, un bien en sí, ni una posesión individual, sino una relación en comunidad. Por eso no puede ser sólo libertad de movimientos personales como creen los que apelan a las “libertades individuales”.

Los libertarios y libertinos afirman que poner coto a la “libertad individual” es una “medida totalitaria”. Esa es una formulación de la extrema derecha norteamericana libertaria, reaccionaria, no liberal.

Un ejemplo actual de esta situación es el caso de Madrid, capital de España. Según Helena Béjar, catedrática de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, esta ciudad se ha convertido en la ciudad más contaminada y ruidosa de Europa y con mayores índices de covid, porque su gobierno promueve la “libertad individual” y el “autocuidado”, ignorando completamente el deber con el prójimo que compete a todo ciudadano y, sobre todo, al gobierno.

Como dice Béjar (https://elpais.com/opinion/2022-01-12/liberalismo-cruel.html):

«Más que al autocuidado, habría que apelar a la virtud ciudadana. Pero ésta hay que construirla. Es el resultado de los hábitos morales de los ciudadanos que crean unas instituciones responsables —los gobiernos en primer lugar—, que hacen leyes justas. Así, los ciudadanos confiarían (el índice de desconfianza institucional está creciendo en nuestro país) en instituciones que elaboran leyes y normas que a la vez modelan sus mores o costumbres. La libertad de elección egoísta se sustituiría por la virtud ciudadana»

DESARROLLA TU LIBERTAD MORAL Y SOCIAL PARA CONSTRUIR UN MUNDO MÁS HUMANO