martes, 30 de julio de 2013

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO, La Práctica Gnóstica: El Estudio

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO
La Práctica Gnóstica: El Estudio
Por Jorge Eduardo Medina Barranco
Breña Baja, julio 30 de 2013



Para concluir este pequeño viaje guiado de Introducción al Gnosticismo al que les invité en mi artículo del 14 de mayo de este mismo año (¿Qué es el Gnosticismo?), diré lo evidente: para ‘conectar’ con el Espíritu en nuestro interior (el cristiano religare de Lactancio, ligar, atar fuertemente; para una mayor amplitud etimológica visitar http://www.hispanoteca.eu/Foro-preguntas/ARCHIVO-Foro/Religi%C3%B3n-religare-relegere.htm) se necesita la práctica. La teoría por sí sola no puede traer nada excepto, quizás, un disfrute intelectual de parte de los que la entiendan. Los grandes sabios, los grandes científicos, los grandes profesionales, los grandes seres humanos, no sólo han llegado a poseer un buen conocimiento teórico de sus respectivas  ramas de estudio, sino que han llevado este conocimiento a la práctica. La gnosis es un conocimiento eminentemente práctico. No se experimenta el Ser Interior, el Espíritu, desde la teoría. Páginas y páginas enteras, llenas de teoría y más teorías que no llegan a ninguna conclusión práctica. Teorías ampulosas y nada de realizaciones efectivas del SER. Hay que ser práctico, querido lector; no más teorías, no más vaguedades.
Así pues, ¿Qué prácticas corresponden al gnosticismo? Comentaré 5 indispensables, que se van realizando casi simultáneamente, porque algunas son previas a otras. Las ‘prácticas’ que comentaremos son verdaderas herramientas cuya técnica debemos aprender y dominar con maestría para llegar a nuestro Ser Interior.
1º Estudiar
La primera herramienta es, lógicamente, estudiar. Para no complicarlo mucho, atengámonos a la definición de la Real Academia Española: 1. tr. Ejercitar el entendimiento para alcanzar o comprender algo. 3. tr. Aprender. 4. tr. Observar (examinar atentamente). Así que el ‘gnóstico’ observa para aprender y alcanzar la comprensión.
¿Qué observa el gnóstico? El gnóstico examina atentamente al observador y a lo observado. El observador es uno mismo y lo observado es el universo y todo lo que contiene, incluidos nuestros semejantes y uno mismo. Observamos las relaciones de uno consigo mismo y con los demás. Observamos la materia y la energía. Buscamos observar que hay más allá.
En terminología contemporánea, podríamos decir que el estudiar gnóstico es un proceso de tipo PNL (Programación Neuro Lingüística):
P: Estamos programados (en sistemas informáticos corresponde al software) por unos aprendizajes culturales a través de los cuales actuamos; trabajando sobre esos programas que nos hacen funcionar mecánicamente (en gnosticismo se les conoce con el nombre de ‘yoes’), podemos cambiar de nivel de Ser pasando de un estado actual a un estado deseado. Hay programas que nos ayudan a ir hacia lo que queremos y otros que nos alejan de nuestros objetivos. Los programas se forman en nosotros a través de nuestros filtros neurológico y lingüístico. Por ejemplo, para adquirir conocimientos necesitamos disponer de tiempo, dinero y ganas de aprender; esta sería una estrategia programada.
N: Cada uno de nosotros establece sus filtros mentales procesando millones de bits de datos absorbidos por nuestros sentidos. Esta información que recogemos mediante los sentidos la almacenamos en el sistema neuronal creándonos un ‘mapa’ del mundo. Nuestro primer mapa se construye por imágenes internas, sonidos, y sensaciones (táctiles, gustativas y olfativas) derivadas de nuestras percepciones del mundo exterior. Ese primer mapa forma nuestro filtro neurológico. Para entendernos, un cristiano ve el mundo con un mapa, un musulmán lo ve con otro mapa, un budista lo ve con un mapa diferente; los europeos ven el mundo con sus mapas, los americanos lo ven con otros mapas, los asiáticos con mapas diferentes y así sucesivamente por países, regiones, pueblos y hasta familias, hasta llegar a nuestro mapa personal del mundo. Las personas elaboramos nuestro mapa según nuestras vivencias. Pero el ‘mapa’ no es la REALIDAD: el mapa es únicamente nuestra interpretación personal de la realidad. Ningún mapa es verdadero porque todos son parciales, ninguno contiene la representación de toda la realidad. Afortunadamente, los mapas se pueden cambiar, ampliar y enriquecer.
L: A esta información recibida por nuestro sistema neurológico le asignamos un lenguaje, que aprendemos de nuestro entorno más inmediato. Constantemente nos estamos comunicando con el entorno, de forma verbal y no verbal.
Todo esto significa que el gnóstico debe aprender cómo empleamos nuestros sentidos tanto externa como internamente para construir nuestros pensamientos y sentimientos, y cómo se relaciona el lenguaje con el pensamiento y el sentimiento; debe aprender sobre los diversos estados de la mente, cómo los evocamos y cómo podemos usar estos estímulos para acceder a los estados de plenitud de recursos de nuestros cerebro a voluntad; debe saber cómo pensar en sistemas más que en meras causas y efectos, encajando entorno, comportamiento, capacidad, creencias e identidad personal; debe aprender cómo el lenguaje acota nuestra experiencia y cómo podemos rebasar esos límites; debe saber cómo aprender métodos que le permitan conectar con sus experiencias más internas y así acceder a sus recursos inconscientes.
En fin, debe aprender a transformar el significado de todas sus vivencias en un proceso que, continuando con terminología contemporánea, podríamos denominar ‘Coaching contigo mismo’ y que transformaría nuestro propio ser mediante un conocimiento que nos permite hacer cambios que terminan conectándonos con nuestro Espíritu Interior.
¿Qué habilidad nos desarrolla este estudiar gnóstico? Ni más ni menos que la sabiduría, conocimiento profundo que se adquiere a través del estudio y de la experiencia.
Ya el maestro Sócrates de Atenas (470 — 399 a. C.) nos enseñó que el saber va entreverado de ignorancia: no siempre se sabe decir lo que se sabe, ni se sabe del todo lo que se quiere decir. La sabiduría de Sócrates no consiste en la simple acumulación de conocimientos, sino en revisar los conocimientos que se tienen y a partir de ahí construir conocimientos más sólidos, lo que le convierte en una de las figuras más extraordinarias y decisivas de toda la historia, a la vez que es un extraordinario ejemplo de unidad entre teoría y práctica, entre pensamiento y acción; la conducta de su vida se rige por su conocimiento y su gran legado fue la mayéutica.
Es más fácil la erudición, estático archivo que por mucho que su poseedor se enorgullezca hoy le supera con creces el más sencillo de los ordenadores, que la sabiduría que digiere el conocimiento y lo convierte en plataforma de otro conocimiento. En la era de las nuevas tecnologías informáticas la erudición está en saber buscar la información y la sabiduría en ponerla en práctica. Mucho de lo que pasa por sabiduría no es sino pedantería academicista, ese tipo de ignorancia que distingue a muchos universitarios y escritores de hoy día.
Pero sepamos escuchar a los viejos sabios. El maestro Confucio (551 - 479 a. C.) dijo a su discípulo Tse-lu:
<< ¿Has oído hablar alguna vez sobre los seis absurdos y sus consecuencias? El discípulo respondió: nunca he oído hablar de esto. Entonces, dijo el maestro, ven acá, que te lo voy a explicar. El primer absurdo consiste en pretender alcanzar el bien prescindiendo del estudio, y su consecuencia es la decepción; el segundo consiste en intentar alcanzar la ciencia sin entregarse al estudio, lo que conduce a la incertidumbre; el tercero consiste en el deseo de ser sincero prescindiendo del estudio, lo que provoca el engaño; el cuarto consiste en pretender obrar rectamente sin haber recibido la instrucción adecuada; el quinto consiste en querer compaginar el valor con la incultura, lo que da lugar a la insubordinación; finalmente, si se desea alcanzar la perseverancia prescindiendo del estudio, se cae en la testarudez y obcecación>>
Lun-Yu, traducido como “Discusiones sobre la Palabra”, de Confucio

lunes, 15 de julio de 2013

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO, La Filosofía Perenne

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO

La Filosofía Perenne

Por Jorge Eduardo Medina Barranco

Breña Baja, julio 15 de 2013

En el anterior artículo (14 de julio de 2013, Una Mirada a la Antigüedad) dije:

<<Nosotros usamos la palabra gnosis para referirnos a ese conocimiento antiguo del Ser Interior que se ha dado en llamar la filosofía perenne, porque estaba presente, de alguna forma, en la mayoría de las culturas que se habían originado en aquellos tiempos prehistóricos>>

Subrayo la filosofía perenne porque hoy comentaré un poco sobre ello. El 23 de noviembre de 2003 escribí un artículo sobre la filosofía perenne y lo que escribo a continuación se basa en ese escrito, publicado en mi libro ‘MISIÓN, Mensajes del sendero gnóstico’, publicado en el año 2007.

El termino philosophia perennis, empleado en un sentido filosófico mucho mas amplio que el uso escolástico cristiano, por Gottfried Leibniz, filósofo y matemático alemán de los siglos XVII y XVIII, fue  ampliamente difundido a través del libro de Aldous Huxley “La filosofía perenne” publicado en 1945. Citando profusamente a místicos y maestros espirituales, fundamentalmente de las tradiciones india, budista, taoísta, judía, cristiana e islámica, Huxley encuentra y desarrolla numerosos temas clave comunes a todas ellas, aunque no siempre destacados en las versiones institucionales de dichas religiones.

En épocas más recientes, según leí en algún artículo, el autor y filósofo norteamericano Ken Wilber, quien ha tratado de integrar las percepciones psicológicas occidentales con la espiritualidad oriental, identificó algunos de los principios básicos de la Filosofía Perenne y que podemos expresar de la siguiente manera:

1.            El Espíritu existe.
2.            El Espíritu se encuentra en nuestro interior.
3.            La mayoría de seres humanos no son conscientes de este Espíritu interior, porque viven en un estado decadente o ilusorio, lleno de sufrimiento.
4.            Hay una forma de salir de este estado decadente, de auto-engaño y sufrimiento,
               hay un Camino hacia nuestra liberación.
5.            Si seguimos este camino hasta el final, el resultado es un Renacimiento o Iluminación, una experiencia directa del Espíritu interno, una Liberación Suprema que
6.            Marca el fin de la decadencia y el sufrimiento y
7.            Resulta en una acción social de misericordia y compasión en nombre de todos los seres sensibles.

Para ser gnóstico hay que ser una persona culta, es decir, dotada de conocimientos,  libre de creencias y dogmas y buscador de la experiencia directa del espíritu interno.  Pero, ¿qué conocimientos deben tener los estudiantes gnósticos?  La lengua española nos define la palabra ‘conocimiento’, entre otros usos, como

<<conjunto de saberes que se tienen sobre una ciencia o arte sabiendo con detenimiento de lo que se trata>>

Y la ‘cultura’, como

<<conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social en un periodo determinado;  El término ‘cultura’ engloba, además, modos de vida, ceremonias, arte, invenciones, tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del ser humano, tradiciones y creencias;  A través de la cultura se expresa el hombre, toma conciencia de sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos significados y crea obras que le trascienden>>

En síntesis, ciencia y arte, filosofía y religión: y a eso llamamos nosotros Gnósis. Pero es evidente que, como bien lo afirma RafaelEcheverría en su Ontología del Lenguaje, vivimos en mundos interpretativos, y eso hace que no haya una gnosis, sino que de la interpretación personal de la experiencia directa del espíritu divino surjan diferentes explicaciones que crean corrientes gnósticas diferentes: ciencias y artes, filosofías y religiones que intentan explicar desde la experiencia de un ser humano, varón o hembra, esa tremenda conmoción interior que produce la experiencia de lo real dentro de sí mismo.

 Y que luego, desde la ignorancia de dicha experiencia personal, muchos adeptos a las enseñanzas del ‘maestro/a’ forman comunidades (filosóficas, religiosas, artísticas, científicas, secretas, públicas, etc.) que postulan como dogmas de fe esa experiencia divina, y en cuyo nombre se ha hecho muchas veces un daño irreparable a la humanización de las personas. Cualquier persona verdaderamente culta sabría que la Gnosis no es propiedad de nadie, porque el conocimiento no puede ser propiedad exclusiva de nadie, sino que han sido formas de entender la vida humana en su conjunto desde una experiencia iluminadora, que ha creado diferentes escuelas de pensamiento, sistemas o corrientes dedicadas al estudio de la Gnosis, y que los fanáticos y dogmáticos terminan convirtiendo en armas arrojadizas para destruir a todos los que no comparten su interpretación personal de la experiencia iluminadora de otro ser.

Los diccionarios de la lengua castellana, todavía inmersos en la incultura histórica sobre el gnosticismo derivada del fanatismo religioso del obispo Ireneo de Lyon (Esmirna Asia Menor, c. 130 - m. Lyon, c. 202), suelen definir el término ‘gnosticismo’ como <<Escuela cristiana herética que pretendía conocer por la razón las cosas que sólo se pueden conocer por la fe>>, dando una definición muy ‘católica’ del término, imposición del Imperio Romano que todavía gobierna con sus dogmas las creencias occidentales.

 En los tiempos actuales, analizar y definir el término ‘gnosticismo’ desde una perspectiva dogmática de fe católica es un anacronismo cultural. El término ‘gnosticismo’ debe estudiarse y entenderse desde la gnoseología o epistemología (del griego, episteme, 'conocimiento'; logos, 'teoría'), rama de la filosofía que trata de los problemas filosóficos que rodean a la ‘teoría del conocimiento’: libre de dogmas y fanatismos, y buscando la experiencia personal del ‘Espíritu’ interior.



lunes, 1 de julio de 2013

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO, Una Mirada a la Antiguedad

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO       
Una Mirada a la Antigüedad 
Por Jorge Eduardo Medina Barranco
Breña Baja, julio 1 de 2013
Desde hace muchos siglos, los seres humanos nos dimos cuenta que nuestra especie está compuesta de criaturas frágiles, que nos podemos derrumbar con toda facilidad frente a las adversidades de la vida. Sabemos que nacemos inacabados en comparación con gran cantidad de especies animales y poco a poco nos hemos ido dando cuenta, a lo largo de muchos siglos, que sólo podemos reconstruirnos hasta obtener todas nuestras capacidades humanas mediante el desarrollo de rituales, la adquisición de conocimientos, la reflexión sobre todos ellos y el proceso de mejoramiento de lo adquirido, que ha conducido al desarrollo de nuestros métodos de crecimiento cultural que son las ciencias, las filosofías, las artes y las religiones.
En nuestro anterior artículo (14 de junio de 2013) dijimos que somos una esencia espiritual, una semilla divina que puede fructificar como ser humano y más, o vivir y morir como simples homínidos. Estas raíces culturales de espiritualidad humana se hunden en tiempos tan antiguos que se remontan a los pueblos pastores que habitaban las estepas rusas hace más de 4500 años. A estos pueblos, que no pertenecían a una etnia particular sino que formaban una red dispersa de tribus que se reconocían por una lengua y una cultura común, algunos historiadores les han llamado arios (como pueden ser hoy día los habitantes de Estados Unidos, distintas razas e incluso idiomas, que conviven en un inmenso territorio pero todos son estadounidenses gracias a un determinado desarrollo histórico).
A los arios también se les ha llamado indoeuropeos porque su lengua formaría la base de diversos idiomas asiáticos y europeos. En algún momento entorno a hace 3500 años, algunas tribus se alejaron de su entorno originario y se asentaron en lo que hoy día es Europa creando diferentes lenguas. Al mismo tiempo, los que se habían quedado en las estepas asiáticas gradualmente se fueron apartando y se convirtieron en dos pueblos separados, que crearon dos lenguas diferentes del idioma original. Esos dialectos nuevos fueron las formas primitivas del avéstico y el sánscrito.
En un principio, esos pueblos llevaban una vida muy tranquila y sedentaria, viviendo pacíficamente, y compartiendo las mismas tradiciones culturales y religiosas. No eran pueblos guerreros, no tenían enemigos ni ambición por conquistar nuevos territorios.
Para estos pueblos arios, todos los seres experimentaban una fuerza invisible en su interior. Las tempestades, vientos, árboles y ríos no eran fenómenos impersonales y mecánicos. Para los arios los dioses, humanos, animales, plantas y fuerzas de la naturaleza, todos éramos manifestación de un mismos “espíritu” divino que nos animaba, sostenía y ligaba a todos entre sí. Este “espíritu” divino era llamado en aquel entonces mainyu o manya.
En aquellos tiempos prehistóricos, la gente normalmente experimentaba lo sagrado como una presencia inmanente tanto en el mundo que le rodeaba como dentro de sí mismos. Los dioses, varones, mujeres, animales, plantas, insectos y minerales, todos compartían la misma vida divina. Todos los seres estaban sujetos a un orden cósmico que todo lo abarcaba y lo mantenía todo con vida. Los dioses cooperaban con los seres humanos para preservar esa energía divina del cosmos.
Pero con el paso del tiempo, este sentimiento de un “espíritu” divino difícil de concretar se fue transformando en la necesidad de ‘adorar’ a seres accesibles, que se identificaran con las fuerzas de la naturaleza y las fuerzas cósmicas, que fueran los encargados de preservar el funcionamiento de toda la naturaleza. No se sabe cómo ni por qué, esa conciencia religiosa de un espíritu divino inaccesible que ‘vivía’ en nosotros mismos y en todo lo creado, desapareció. Y así, a lo largo del tiempo los arios fueron desarrollando un panteón extenso de divinidades, como los dioses del hinduismo, la mitología griega o la mitología nórdica. La conciencia del ser interior se desplazó hacia una conciencia de adoración de seres exteriores, que se identificaron con los fenómenos de la naturaleza. Este cambio de conciencia dio fin a esa vida bucólica de los tiempos antiguos y se originó un mundo crecientemente violento, como no había ocurrido nunca antes.
El reconocimiento del espíritu interior divino se ha perpetuado a lo largo de los siglos en corrientes espirituales que han dado origen a religiones, filosofías, ciencias y artes que procuran llevar a las personas desde esa conciencia de adoración de seres exteriores, nuevamente a la conciencia de adoración del Ser Espiritual Interno.
En el mundo griego, en algún momento de la antigüedad, ese conocimiento del Ser Espiritual Interno se designó con la palabra γνώσης (gnosis) y que, en un sentido amplio, es conocida hoy como iluminación espiritual. Nosotros usamos la palabra gnosis para referirnos a ese conocimiento antiguo del Ser Interior que se ha dado en llamar la filosofía perenne, porque estaba presente, de alguna forma, en la mayoría de las culturas que se habían originado en aquellos tiempos prehistóricos.
Poco después del surgimiento de ese mundo violento que se ha perpetuado hasta nuestros días (durante el siglo XX vivimos la erupción de la violencia a una escala sin precedentes en la historia con la explosión de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki), más o menos entre hace 2900 y 2200 años vieron la luz grandes tradiciones mundiales de desarrollo espiritual que han continuado nutriendo a nuestra humanidad: el confucianismo y taoísmo en China; hinduismo y budismo en la India; monoteísmo en Israel y racionalismo filosófico en Grecia.
Fue el período de Buda, Sócrates, Confucio y Jeremías, los místicos de las Upanishadas, Mencio y Eurípides.
Estas tradiciones, que nosotros consideramos gnósticas porque enseñan el conocimiento del Ser interior, se desarrollaron ampliando enormemente las fronteras de la conciencia humana y redescubriendo una dimensión trascendental en lo más hondo de nuestro ser, pero no contemplando este hecho como algo sobrenatural, sino como una experiencia inefable sobre la que la única actitud correcta era un silencio reverente. En palabras de Karen Armstrong, “estos sabios antiguos no buscaban imponer sus propios puntos de vista sobre esa realidad primordial a otras personas. Más bien al contrario: según creían, nadie debería adoptar enseñanzas religiosas como artículo de fe”. Nuestro pensamiento gnóstico se basa en ese principio antiguo. En palabras de nuestro maestro Samael Aun Weor, que en su obra Los Misterios Mayores nos dice:
<<Nosotros aconsejamos a los discípulos que no sigan a nadie. Que se sigan a sí mismos. Cada cual debe seguir a su resplandeciente y luminoso Ser interno. Cada cual debe adorar a su YO SOY>>

Yo les digo que si un maestro espiritualista cualquiera, un religioso cualquiera, un filósofo cualquiera, un sabio cualquiera les insiste en que tal o cual doctrina es obligatoria, que seguirle a él y sus enseñanzas particulares es camino único de salvación, normalmente es una señal de que ese ser ha perdido su impulso espiritual, su conciencia interior ha disminuido y su guía no sería la más adecuada si quisiésemos despertar nuestra propia conciencia espiritual.