lunes, 17 de febrero de 2020

GNOSTICISMO, LA SABIDURÍA DEL CONOCIMIENTO INTERNO 2

Por Jorge Eduardo Medina Barranco
Bucaramanga, 17 de febrero de 2020
François-Marie Arouet (París 1694- París 1778), más conocido como Voltaire, fue un escritor, historiador, filósofo y abogado francés, que perteneció a la masonería y figura como uno de los principales representantes de la Ilustración, un período que enfatizó el poder de la razón humana y de la ciencia en detrimento de la religión. Defendió la libertad de pensamiento, de la separación de la iglesia y estado, y no escatimó en críticas contra la intolerancia religiosa de la Iglesia Católica, del Cristianismo, Islam y Judaísmo.
En su Tratado sobre la tolerancia escribió:
Soy yo sola la que os une a pesar vuestro por vuestras mutuas necesidades, incluso en medio de vuestras crueles guerras con tanta ligereza emprendidas, eterno teatro de los errores, de los azares y de las desgracias. Soy yo sola la que, en una nación, detiene las consecuencias funestas de la división interminable entre la nobleza y la magistratura, entre esos dos estamentos y el clero, incluso entre los burgueses y los campesinos. Ignoran todos los límites de sus derechos; pero todos escuchan a pesar suyo, a la larga, mi voz que habla a su corazón.”
Pero aunque Voltaire fustigó a la Iglesia y su poder, no dejó nunca de ser deísta, es decir, defensor de la religión natural basada en un Dios ajeno a la creación directa de todos los aspectos del mundo – a diferencia de la imagen literal que presentan religiones como el islamismo, cristianismo o judaísmo – y que tendría una utilidad social pues las personas que creían en ese Dios natural  serían más honradas.
En un cuento filosófico llamado ‘Micromegas’, y considerado retrospectivamente por algunos autores como una de las primeras obras de ciencia ficción por describir la visita a la Tierra de un ser llamado Micromegas, originario de un planeta de la estrella Sirio y de su compañero del planeta Saturno, Voltaire describe a los cristianos y musulmanes de la siguiente forma:
“¿Sabe usted, por ejemplo, que en el momento en que yo os hablo hay cien mil locos de nuestra especie que llevan sombrero y que matan a otros cien mil animales que llevan turbante, o son asesinados por ellos, y que así ocurre en toda la tierra desde tiempo inmemorial?
– Estremeciose el Sirio y preguntó cuál podía ser el motivo de tan horribles querellas entre animales tan ruines.
El motivo es, dijo el filósofo, unos cuantos trozos de tierra tan grandes como vuestro talón. Y no se trata de que algunos de esos millones de hombres que se dejan la vida pretendan obtener para sí ni un pequeño terrón de ella. Lo que se ventila no es más que saber si esa tierra pertenecerá a un cierto hombre que se llama Sultán o a otro que, yo no sé por qué, se hace llamar César. Ni el uno ni el otro han visto ni verán jamás el pequeño rincón de tierra que está en litigio, y casi ninguno de esos animales que se matan mutuamente ha visto nunca al animal por el cual se matan.
– ¡Desgraciados! exclamó el Sirio con indignación, ¿puede concebirse tal exceso de rabia tan furiosa? Ganas me dan de dar tres pasos, y de aplastar con otros tantos puntapiés a toda esta ralea de asesinos ridículos.
No vale la pena que os toméis tal molestia, que de sobra se están labrando ya ellos su propia ruina. Sabed que dentro de diez años no seguirá viviendo ni la centésima parte de estos miserables; sabed que incluso antes de sacar la espada, el hambre, la fatiga o la intemperancia habrán acabado con casi todos. Por otra parte, no es a ellos a los que hay que castigar: es a esos bárbaros sedentarios que apoltronados en sus despachos ordenan, mientras hacen la digestión, el exterminio de un millón de hombres y a continuación dan solemnemente gracias a Dios por ello.”
En la obra EL CRISTO SOCIAL, escrito en 1964 por el maestro gnóstico Samael Aun Weor, en el capítulo 12 titulado El Gran Problema, resumiendo un poco, el maestro dijo:
<< Es necesario resolver el problema viviente del individuo y la sociedad. Es urgente saber si el individuo existe para la sociedad o al contrario, existe la sociedad para el individuo. Si el individuo existe para la sociedad entonces la sociedad será su verdugo y él, el esclavo. Si la sociedad existe para el individuo entonces ésta trabajará por la libertad y felicidad de cada individuo, de cada ciudadano.
La resolución consciente de este problema no depende de ningún tipo de ideología política de
derecha o de izquierda, de comunismo o de capitalismo. Este problema no es cuestión de opiniones o de ideas. Las ideas cambian constantemente y las opiniones emitidas sobre tan grave problema pueden ser discutidas. La cuestión es más seria. Necesitamos resolver el gran problema sobre el individuo y la sociedad.
Las opiniones de los intelectuales de derecha o de izquierda no podrían resolver este problema porque dicha clase de opiniones intelectuales están condicionadas por las teorías que ellos han leído y estudiado. La mente de los líderes de derecha o de izquierda está de hecho embotellada entre lo mismo que ellos están estudiando, y como es lógico, sólo piensan y opinan en función de su propio embotellamiento.
Realmente sólo podremos resolver el gran problema del individuo y la sociedad, librándonos de la influencia de toda propaganda. El problema no puede resolverlo la opinión ni la propaganda política. Nosotros mismos debemos resolver el problema. Necesitamos aprender a pensar por sí mismos. Ningún líder, ni libro alguno, puede resolvernos este problema.
El individuo es el resultado del ambiente, de la religión, cultura, familia, etc. El individuo es el resultado de las influencias sociales que nos rodean, esto es innegable, sea cual fuere la religión o partido político que un individuo profese, es el resultado de las influencias sociales que lo rodean.
Si queremos averiguar algo más, si queremos saber si somos algo más que un simple resultado de las influencias sociales, si queremos saber si además de las influencias sociales existe dentro de nosotros alguna otra cosa, tenemos que empezar por ser libres pensadores. Es necesario empezar por poner en tela de juicio la influencia social, política, económica, ambiental, las ideologías, etc., etc., etc. Sólo aquellos hombres que así procedan, y piensen, y analicen, podrán de verdad iniciar una nueva era de paz, abundancia y perfección.
Debemos aprender a pensar por sí mismos. Es absurdo repetir como loros las opiniones ajenas.
Cuando descubrimos conscientemente con la Mente-Corazón que dentro del hombre existe algo más, algo que no es producto de la sociedad ni del ambiente, entonces se verifica dentro de nuestra Conciencia Interna un cambio total, radical y maravilloso.
Quien se conozca a sí mismo, podrá de hecho transformar el mundo, quien se haga consciente de ese algo que existe dentro de la personalidad de todo hombre, podrá comprobar por sí mismo que ha vivido como esclavo de la sociedad y de sus costumbres. Hoy en día el individuo es esclavo de la sociedad y existe para su amo: la Sociedad. Es necesario que el individuo se haga libre para que la sociedad sea también libre. Sólo una sociedad libre trabajará para el primero y el último ciudadano de una nación.
Es urgente reflexionar un poco para descubrir que además de ser producto de las influencias sociales y del ambiente en que vivimos, existe dentro de nosotros la esencia, la conciencia, que no es producto del ambiente. Cuando descubrimos este algo, esta Esencia, nos transformamos. Entonces debemos tener el valor de romper con las malas costumbres, vicios, licores, hábitos, ideas viejas de nuestros abuelos, etc. >>
Como Voltaire, el gnóstico es crítico de su sociedad en aquello que tiene de loco, de animal, de ruin, de bárbaro, de brutalizante. Y como afirma Hoeller, la actitud del gnóstico es individualista, que no egoísta: el individuo es responsable de lo que la sociedad es; y, digo yo, si no trabaja en el desarrollo de su esencia su aporte será de tipo inferior a la dignidad de ser humano.

jueves, 6 de febrero de 2020

GNOSTICISMO, LA SABIDURÍA DEL CONOCIMIENTO INTERNO

Bucaramanga, 6 de febrero de 2020

Por Jorge Eduardo Medina Barranco

En la madrugada del 17 de enero de 1994, el área norte del Valle de San Fernando en la ciudad de Los Ángeles sufrió el llamado Terremoto de Northridge. Un sismo de 6,7 en la escala de Richter, que causó 72 muertos, 12.000 heridos y pérdidas por 25 mil millones de dólares. Como contó a 'Los Angeles Times' Ed Krupp, director del Observatorio Griffith en esas décadas, después del terremoto de Northridge gran parte de la ciudad quedó a oscuras, y en el observatorio comenzaron a recibir llamadas de gente interesándose por una "extraña y gigantesca nube plateada” en el cielo oscuro.

Igualmente, la policía local y los servicios de emergencia recibieron llamadas similares en las que muchos angelinos despertados por los temblores, a las 4:31 a.m., preguntaban por el cielo extraño que habían visto después del terremoto. Valga decir que aun cuando esta historia es cierta, como recogen medios locales de la época, con el paso de los años se exageró el hecho curioso de llamadas normales de extrañeza por algo desconocido y crearon el mito urbano de unos cientos de llamadas a una psicosis colectiva.

Se estima que nuestra propia galaxia es invisible al 80% de la población mundial debido a la contaminación lumínica que sufrimos: cientos de millones de personas del siglo XXI no conocen el hermoso esplendor de un cielo nocturno iluminado solo por la luz de las miríadas de estrellas que tachonan el inmenso espacio del universo.

¿Por qué inicio con este relato? Porque una de las imágenes más recurrentes de lo divinal de hace siglos era la observación de los innumerables puntos de luz que contrastan con la pesada negrura del fondo del cielo nocturno del que parecen colgar y que hacía fácil imaginar que esa luz provenía de un mundo infinito de luz, que perforaba el velo negro de tinieblas que nos encerraba en una oscuridad densa y opresora, para iluminar nuestras vidas llenas de dolor y sufrimientos.

Esta imagen del cielo perforado por una luz infinita es una sencilla metáfora que podrían haber asumido los poco comunes y fascinantes maestros espiritualistas de hace dos mil años que llegaron a ser conocidos como gnósticos. Escarnecidos y perseguidos como herejes, los gnósticos fueron reducidos a una mínima expresión histórica por la Iglesia Católica del Imperio Romano entre los siglos tres y cuatro del Cristianismo, pero sus enseñanzas y prácticas han seguido apareciendo a lo largo de la historia de la cultura occidental a pesar de la continua persecución, hasta el extremo de exterminios al estilo del holocausto nazi practicado por los católicos como en el caso de los bogomilos de Tracia en el siglo X,  y de los cátaros  en la región del Languedoc francés erradicados violentamente a partir de 1209 mediante la Cruzada albigense convocada por el Papa Inocencio III con apoyo del rey Felipe II de Francia. En estos siglos por toda Europa los católicos, con ayudas de reyes y su nobleza bárbara, exterminaron pueblos enteros para erradicar lo que ellos consideraban ‘herejías’.

Pese a esa idea que permanentemente transmiten los enemigos del Gnosticismo de que es una herejía desaparecida al comienzo de la cristiandad, lo cierto es que, según Stephan A. Hoeller, históricamente el Gnosticismo ha tenido admiradores y practicantes de la talla de Voltaire, William Blake, W. B. Yeats, Hermann Hesse, C. G. Jung y muchos otros, y que en el siglo XX de la era Cristiana ha reaparecido con tal fuerza que parece que en este siglo XXI va a permanecer y a quedarse sembrado en la historia de Occidente por mucho tiempo.

Veamos un poco quienes son estas distinguidas personas, empezando por el mencionado Stephan A. Hoeller.

Stephan A. Hoeller, de quien estudié sus obras ‘El Jung gnóstico y los siete sermones a los muertos’ y ‘Gnosticismo: Una nueva luz sobre la Antigua Tradición del Conocimiento Interno’ allá por la década de 1990 y los primeros años del 2000, es un autor y académico nacionalizado estadounidense. Nació en 1931 en Budapest, Hungría, en una familia de la nobleza austrohúngara. Exiliado de su país natal como resultado del gobierno comunista posterior a la Segunda Guerra Mundial, estudió en varias instituciones académicas en Austria, Bélgica e Italia. En enero de 1952 emigró a los Estados Unidos y desde entonces reside en el sur de California.

Hoeller fue consagrado al episcopado gnóstico por Richard Duc de Palatine el 9 de abril de 1967. Ronald Powell (que tomó el nombre eclesiástico Richard Jean Chretien Duc de Palatine) había establecido una iglesia gnóstica moderna, la Iglesia Católica Gnóstica Pre-Nicea, en Inglaterra durante la década de 1950. Después de la muerte de Duc de Palatine en la década de 1970, Hoeller abrevió el nombre de la iglesia, en forma latina, a Ecclesia Gnostica. Ha seguido sirviendo como obispo de la Ecclesia Gnostica durante más de cuatro décadas.

Autor y estudioso del gnosticismo y la psicología junguiana, Hoeller es el titular principal de la transmisión gnóstica inglesa en Estados Unidos. Ex miembro de la facultad de conferencias de la Sociedad de Investigación Filosófica Manly P. Hall, y conferencista nacional de la Sociedad Teosófica de América, desde 1963 ha sido Director de Estudios para la Sociedad Gnóstica de Los Ángeles. Es profesor emérito de religión comparada en la Facultad de Estudios Orientales de Los Ángeles, California.

En una entrevista que le hicieron en 2003, dijo sobre el gnosticismo:

<<Creo que podríamos describirlo como una forma muy temprana de cristianismo, muy diferente en muchos aspectos de lo que el cristianismo se convirtió más adelante. Es mucho más individualista. Está mucho más orientado hacia el avance personal y espiritual y la transformación del individuo, considerando a figuras como Jesús como ayudantes en lugar de salvadores sacrificiales. Es una forma de religión que tiene un alcance mucho más ecuménico y universal en términos de su relación con tradiciones espirituales y religiosas distintas de la cristiana.

Diría que este parece ser, en lo que respecta al gnosticismo, el tiempo que los griegos llamaron kairos[1] , el tiempo en que los dioses renacen. Vivimos en una época, creo, cuando ciertas ideas atemporales, que han estado sumergidas y sometidas durante mucho tiempo, vuelven a aparecer. En ese sentido, estamos viviendo tiempos muy interesantes, como dirían los chinos. Tiempos interesantes, tiempos espiritualmente poderosos, siempre proyectan una gran sombra. También habrá grandes dificultades, pero creo que las tradiciones gnósticas, junto con una serie de ideas afines, están renaciendo en este momento y tendrán una influencia significativa en el futuro. Aquellos de nosotros que nos encontramos trabajando dentro de ese campo estamos singularmente bendecidos de que podemos hacer este trabajo en este momento en particular. Así que siento que estoy en el lugar correcto y en el momento correcto y estoy profundamente agradecido por todo eso>>


En los próximos artículos comentaremos brevemente sobre las personalidades mencionadas por Hoeller y sobre el gnosticismo como conocimiento interno.


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Conjunto de condiciones que caracterizan la situación o la circunstancia que rodea a una persona