jueves, 22 de agosto de 2013

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO, La Práctica Gnóstica

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO
La Práctica Gnóstica
Por Jorge Eduardo Medina Barranco

Rionegro, Antioquia, Colombia, agosto 22 de 2013

Páramo de La Culata
Hoy no les voy a escribir directamente sobre una de las prácticas gnósticas necesarias para lograr “iluminación”. Como observan en lugar y fecha, me encuentro en Rionegro, ciudad situada en la hermosa subregión del oriente del departamento de Antioquia. Estoy viajando por Colombia para realizar Talleres de Desarrollo Humano. Acabo de llegar, procedente del bellísimo Páramo de la Culata a pocos minutos de la ciudad de Mérida (capital del Estado Mérida, Venezuela) en donde estuve dirigiendo un Retiro Espiritual. Desde que uno sale de la ciudad de Mérida empieza a disfrutar del extraordinario paisaje, de las bellas casas típicas de la zona, y de un clima bastante agradable. Estos hermosos parajes Merideños transmiten claramente la grandeza de las tierras andinas donde la imponentes montañas dominan el paisaje lleno del espectacular verdor característico de la zona.                                                                  

En el Retiro estuvimos trabajando objetivos espirituales, es decir realizando dinámicas que desarrollen las capacidades que una persona ha de adquirir a partir de finalizar el taller. Estos objetivos deben hacer referencia a los comportamientos esperados para lograr un desarrollo espiritual. Estamos acostumbrados a objetivos materiales, profesionales... pero, ¿espirituales? ¿Por qué no?

En el día de hoy viajé Bucaramanga-Rionegro y mientras lo hacía leí en la revista Avianca la siguiente reflexión de Ramiro Valencia Cossio, que me tomo el atrevimiento de compartir con ustedes porque es una hermosa alegoría y espero que a su autor no le disguste que comparta con mis amigos/as:

¿Cuánto vale tu hora?

<<Un renombrado presidente ejecutivo de una empresa se encontraba en el estudio de su casa revisando unos papeles importantes. De pronto, apareció su hijo de siete años y le pregunto si podía atenderlo un momento. El ejecutivo, sin levantar los ojos de sus documentos y con tono de molestia, le respondió: “En este momento estoy muy ocupado, no quiero que me interrumpan, pero dime... ¿Qué quieres?”
El niño dijo: “Sólo quería saber cuánto ganas por hora”. Con la misma actitud, el padre le respondió de manera seca: “¿Hijo, qué querías decirme?”
El niño lo miró amorosamente y le contestó que necesitaba 50 dólares. El padre los sacó de su billetera y se los entregó. El pequeño abrió el cajoncito de su mesa de noche y sacó otros 50, en billetes arrugados, que había ahorrado de sus mesadas.
Otra vez el padre enojado le increpó: “Si ya tienes cincuenta, ¿Para qué quieres otros cincuenta?” Su hijo lo miró con ternura. “Papito, quería reunir 100 para pagar una hora de tu tiempo y así puedas estar conmigo”
En este mundo de la velocidad, de lo inmediato, de lo pasajero, de lo desechable; en esta sociedad en la que la búsqueda del dinero, del poder y de la fama se convirtió en prioridad, lo único que nos hace falta es tiempo. ¡Estamos tan ocupados!

¿Cuánto hace que no llamas a tu amigo? ¿Cuánto hace que no lo invitas a tomar un café o beber una cerveza? ¿Cada cuánto visitas a tus padres o te ves con tus hermanos? ¿Los llamas al menos? ¿Cuánto tiempo dedicas diariamente a jugar con tus hijos o a escucharles sus cuentos y sus travesuras?
No tenemos tiempo ni para nosotros mismos. Qué terrible sería que cualquiera de nuestros seres queridos, de nuestros hijos, de nuestros hermanos o amigos nos preguntaran ¿Cuánto vale tu hora?>>
Si no tenemos tiempo para cosas tan importantes para nuestra vida diaria en el mundo emocional ¿Creen ustedes que sacaremos tiempo para nuestra vida espiritual? Hemos volcado la vida en los bienes materiales, y el dinero es su patrón de medida. No nos alcanza el tiempo para conseguir los medios para vivir esa vida material que todo el mundo apetece y que nos ofrecen los medios de comunicación masiva, y en ese camino destrozamos nuestra vida emocional y renegamos hasta la renunciación total de nuestra vida espiritual.
¿Cómo podemos así hacer un mundo más humano?