lunes, 24 de marzo de 2014

LA GRAN TRANSFORMACIÓN

Por Jorge Eduardo Medina Barranco
25 de marzo, Breña Baja, Santa Cruz de Tenerife
"El mundo no está amenazado por las malas personas sino por aquellos que permiten la maldad"
Albert Einstein
Entre las muchas viñetas que puede uno encontrar en internet sobre el maltrato a las mujeres, las siguientes[1] inspiraron el inicio de este artículo que van a leer:



Para empezar, pido disculpas a los que se sienten ofendidos por mi respuesta a la primera viñeta pero ya saben que lo considero un comportamiento de animal humano. Si a alguien le sirve de consuelo, la ciencia afirma que TODOS nacemos homínidos, parientes de orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos, pero nacemos seres humanos; y yo, observando la realidad de nuestro comportamiento individual y social, no puedo creer en esa afirmación de que nacemos seres humanos, a menos que piense que la violencia es un comportamiento natural de ser humano —cosa que yo niego— o que me ciegue la ignorancia, el dogmatismo, la arrogancia o la programación social. Hoy comentaré un poco más esto de que no nacemos seres humanos. ¿Qué somos al nacer? Nuestra especie es única y al nacer somos la fase infantil de un ser con desarrollo indirecto (con metamorfosis), que en su fase infantil tiene un estadio psicológico muy diferente del adulto y que se desarrolla mediante un proceso educativo.  Podemos, en nuestro desarrollo, generar comportamientos muy diferentes y según nuestro comportamiento somos seres diferentes: animales humanos o seres humanos, pero todos personas sujetos de derecho. Y se pueden cambiar los nombres. No creo que el nombre haga las cosas. ¿Bárbaros y civilizados les parece bien? Y todos contentos, pero las cosas no cambian por el cambio de nombre. Citando a Aristóteles, “La palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto”. ¿Qué es políticamente incorrecto llamarnos animales humanos? Puede ser. Pero no pretendo insultar, sino hacer reflexionar sobre un hecho que afirma la ciencia.

Y, respondiendo a la segunda viñeta, sostengo, como muchos otros cientos de miles de educadores, que sólo mediante procesos educativos se puede parar esto. Pero no cualquier proceso educativo. Los violentos también son educados para serlo; no crean que los comportamientos animales humanos se aprenden solitos: también necesitan maestros. Revisen sus conocimientos de etología o vean documentales sobre el comportamiento de los animales en su medio natural y verán como les explican que muchos animales necesitan ser enseñados por sus congéneres para desarrollar ciertos comportamientos característicos de su ‘cultura’: caso de los chimpancés, por ejemplo, que no todas las comunidades tienen los mismos conocimientos para adquirir alimentos; ese aprendizaje depende en gran medida de la interacción con el medio. Por ello, en los programas para salvar animales en peligro de extinción consideran importante que no sean criados en cautiverio a pesar de que hayan sido reproducidos cautivos, sino que interactúen cuanto antes con su hábitat natural y crezcan en proximidad a sus congéneres libres, para que vayan aprendiendo los comportamientos característicos de su especie.

Sé que para una inmensa mayoría el animal humano no es visto como tal, sino como ‘ser imperfecto’ pero perfectible y  que ansía la perfección. El que todos los ‘humanos imperfectos ansían la perfección’ es discutible. Pero, sobre todo, considero incorrecta la creencia de que el homínido es un simple humano imperfecto; el argumento sería similar a considerar a la bellota un ‘roble imperfecto’, o al gusano una ‘mariposa imperfecta’, que no es el caso: ni la bellota es un roble, ni el gusano es una mariposa, sino que son etapas de un proceso biológico llamado metamorfosis[2] por el cual un ser se desarrolla desde su nacimiento (pasado el desarrollo embrionario) hasta la madurez por medio de grandes cambios estructurales y fisiológicos que, en los animales, suele estar acompañado de cambios en hábitat y comportamiento humano.

En su Apología de la imperfección moral nos dice Victoria Bazaine[3]:
<< Avergüenza enormemente que llamen humanos a quienes contaminan, roban, matan, trafican, especulan y, en general, mutilan descaradamente el bienestar y la dignidad humana… No me atrevo a responder pero sí sé con certeza que me resulta tan inútil como peligrosa la búsqueda miope de virtuosismo y perfección. Echo de menos las miradas más humildes que ayuden a entendernos como seres limitados y egoístas pero capaces de reinventarse. >>
Mi visión pretende ser una mirada humilde de nosotros mismos. Nada de que nacemos ‘seres humanos’, sino homínidos con un gran potencial para desarrollarnos como seres humanos, o no; en el segundo caso, si nuestro desarrollo es incorrecto nos desarrollaremos como animales humanos, pero con el potencial transformador intacto y entonces tenemos que desaprender comportamientos animales (o bárbaros) y reentrenarnos en comportamientos de seres humanos.

El problema, a mi entender, no es de perfeccionamiento de lo imperfecto sino de TRANSFORMACIÓN del homínido que nacemos, o del animal humano en que nos llegamos a convertir, en ser humano. Y el problema no es sencillo, ya que requiere del concurso voluntario de cada individuo; y no se sucede de forma ‘evolutiva’, porque es un proceso de aprendizaje personal que no se procesa al azar como si fuésemos el asno de la fábula El Burro flautista del dramaturgo canario Tomás de Iriarte[4]. Si la evolución mecánica fuera la solución tendríamos que suponer que en un futuro muy lejano (¿tan lejano como el origen de la vida?) nacerá toda nuestra descendencia ‘perfectamente humana’, o algo ‘superior’, ¡sin nosotros hacer nada! La metamorfosis humana es un proceso educativo, y si nos equivocamos en la elección de dicho proceso no tendríamos un ‘ser humano perfeccionado’ sino un perfecto animal humano.

Ya puse en mi anterior artículo el ejemplo de Transformación de la propuesta budista. Y no es la única que existe, ni son excluyentes entre sí, como normalmente piensan los dogmáticos y fanáticos (egos embotellados en su propios moldes mentales). En el mundo de la educación hoy está plenamente aceptado que la educación es un proceso multidimensional ya que se debe educar conocimientos, habilidades y valores. Y ahí es donde debemos acertar: qué conocimientos, qué habilidades y qué valores nos hacen humanos. Si vemos este problema de manera fanática o dogmática, con mucha probabilidad la solución será una educación de tipo ‘animal humano’ persiguiendo, maltratando y hasta torturando y matando a los que no aceptan nuestra ‘solución’. La historia está, lamentablemente, llena de ejemplos.

La educación consiste en la socialización de las personas a través de la enseñanza. Mediante la educación, se busca que el individuo adquiera ciertos conocimientos que son esenciales para la interacción social  y para su desarrollo en el marco de una comunidad. El proceso educativo se basa en la transmisión de valores y saberes. Si esquematizamos el proceso de la manera más simple, encontraremos a una persona  (que puede ser un docente, una autoridad, un padre de familia, etc.) que se encarga de transmitir dichos conocimientos a otra u otras. Hay, por lo tanto, un sujeto que enseña y otros que aprenden. La realidad, de todas maneras, es más compleja. El proceso educativo no suele ser unidireccional, sino que es interactivo: quienes están aprendiendo, también pueden enseñar. Así el conocimiento se construye de forma social. Pero, ¿qué tipo de desarrollo personal y de educación tiene el educador? Educadores pederastas o abusadores sexuales (maestros, religiosos, padres, madres, etc.), ¿cómo los podemos considerar? ¿Están cualificados como ‘seres humanos’ para formar niños humanos? ¿Será que ese es un comportamiento de tipo ‘animal humano’?

Evidentemente, no sé cuál es la respuesta de cada uno de ustedes a estos problemas, pero si los creyentes cristianos leen los siguientes párrafos bíblicos:
Mat 18:6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.”
Mar 9:42Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.”
Luc 17:2Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.”
¿Cuál interpretan que es el consejo de Jesús para con los que ‘hacen tropezar a uno de estos pequeñitos’? A mí me parece una pena de muerte para estos ‘maltratadores’ de niños, pero a lo mejor estoy equivocado en la interpretación por mi ignorancia, o por la simpleza de mi pensamiento, o mi impreparación teológica, o mi falta de fe, o mi mala fe, o yo que sé qué otro motivo divino o humano que se le pueda ocurrir a cada quién.

Es obvio que mi respuesta no es bíblica para estos casos. Lamentablemente, estos casos de maltratos y abusos están muy extendidos en el mundo y pienso, como la mayor parte de las personas piensan, que tales bárbaros deben ser condenados por su crimen, pero no con pena de muerte. Lo que es imperdonable es que existan sociedades educativas que protegen a sus abusadores y pederastas y se consideran a sí mismos muy humanos. ¡Y que la sociedad global no tenga herramientas de poder jurídico para perseguir tales casos sin importar el poder de los defensores de esta lacra social, perteneciente más al comportamiento ‘animal humano’ que al ‘ser humano’!

Y, como creo que la solución del problema humano es la educación, continuando con la idea del proceso educativo sabemos que este proceso puede ser formal o informal. A nivel formal, se desarrolla en instituciones educativas como escuelas o universidades, contando con docentes profesionales, programas de estudio aprobados por el Estado y sistemas de evaluación que exigen al alumno el cumplimiento de ciertos objetivos. El proceso educativo informal, en cambio, puede desarrollarse en el seno del hogar, en la calle o incluso de manera autodidacta. Los conocimientos que asimilan quienes aprenden, en este caso, no están sistematizados. El proceso educativo incluso puede desarrollarse a distancia, sin que las personas involucradas en el mismo estén cara a cara o tengan un contacto personal; las nuevas tecnologías son abundantes en este proceso a distancia.

Estos procesos, en definitiva, permiten que los individuos que aprenden asimilen información necesaria para desenvolverse con éxito a nivel social, adquiriendo valores y pautas de conducta. Y es evidente que quienes no son educadamente seres humanos, no pueden educar a otros como seres humanos. Necesitamos comprensión profunda y fuerza de voluntad para no dejarnos engañar más por ese ser astuto que es el animal humano. Como animales, nosotros podemos tener las capacidades de especies inferiores pero multiplicas por la capacidad extraordinaria de nuestro cerebro[5], ese maravilloso órgano mayor del sistema nervioso central y centro de control para todo el cuerpo, que también es responsable de la complejidad del pensamiento, memoria, emociones y lenguaje al nivel de evolución actual. Por ello, la violencia que alcanza el animal humano no es capaz de ejercerla ninguna otra especie del reino animal.

El desarrollo de las habilidades, saberes y conductas que se pueden lograr con nuestro maravilloso cerebro no se pueden dejar al azar ni en manos de astutos animales humanos. Esta auténtica revolución del desarrollo del ser humano, necesita por supuesto compromiso personal pero también impulso público[6]. Sin el concurso de los gobiernos la humanización del homínido que nacemos se convierte en tarea prácticamente imposible.

El árbol se conoce por los frutos y si individualmente reflexionamos y meditamos, no nos dejaremos engañar más por las bonitas frases y por los hermosos discursos de los astutos animales humanos. Han manejado la educación masiva por siglos, han generado incruentos dolores y sufrimientos a la humanidad, han exterminado a sociedades no violentas, han perseguido al verdadero ser humano con tal saña que ya ni creemos que tal ser exista; como dice el titular de un artículo del El País[7], el macho de animal humano es arma de destrucción masiva y, añado yo, se reproduce sin importarle violar, matar, asesinar.

¿Qué podemos hacer para que todos los hijos e hijas de los varones y mujeres homínidos desarrollen su verdadero potencial humano? ¿Cómo nos hacemos todos verdaderamente humanos? Meditemos y sumemos respuestas pacíficas, sensibles, respetuosas y, sobre todo, contribuyamos con muestra TRANSFORMACIÓN personal al triunfo del ser humano y, por encima de todo, que sean nuestras acciones personales las que demuestren nuestra humanidad, no nuestras teorías, creencias, dogmas y posiciones intelectuales, que cualquier buen animal humano tiene muchas y muy hermosas.



[1] La primera es una composición que realicé yo, tomando el texto de otra imagen.
[2] La palabra metamorfosis deriva del griego, μεταμόρφωσις, y quiere decir "transformación"
[3] http://www.diarioresponsable.com/portada/opinion/15880-apologia-de-la-imperfeccion-moral.html . Interesante el artículo de Adela Cortina citado por Bazaine. He subrayado para resaltar la idea de la vergüenza de llamarnos humanos.
[4] 1750, Puerto de la Cruz -1791, Madrid
[6] Leer el siguiente pequeño artículo puede darnos alguna idea: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/03/19/actualidad/1395268778_760952.html

lunes, 10 de marzo de 2014

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE: Solución Humanizadora

Por Jorge Eduardo Medina Barranco


10 de marzo de 2014, Breña Baja, Tenerife, España


No voy a seguir detallando los casos de barbarie (por ejemplo: pederastia, drogadicción, explotación, esclavitud y un largo etcétera), pero quienes me han escuchado hablar sobre el maltrato a las mujeres saben que considero este uno de los principales actos descriptivos del comportamiento animal humano. Ahora, gracias a un encargo del Parlamento Europeo, podemos tener una radiografía de los niveles de violencia que sufren las mujeres en Europa. En los siguientes gráficos de barras podemos ver dos casos, el de violencia de género sufrido por mujeres en respuestas afirmativas de las que la han padecido y el de percepción social de la violencia contra las mujeres.

Sorprende ver que la percepción social del fenómeno es muy elevada, todas por encima del 50%, siendo las más elevadas la de los pueblos latinos hasta el altísimo 93% de Portugal; mientras que la respuesta directa de las mujeres invierte ese resultado: las mujeres nórdicas aseguran haber sido más maltratadas que sus congéneres del sur.

No entraré a tratar de explicar los resultados inversos entre percepción social y realidad vivida, porque eso corresponde a un estudio sociológico fuera del alcance de este blog, pero mientras en Dinamarca, por ejemplo, el 52% de las mujeres ha sufrido violencia física o sexual, en España ese porcentaje es del 22%. Y mientras en países como Dinamarca o Suecia el porcentaje de mujeres que dice haber sido maltratada por su pareja oscila alrededor del 30%, en los países del sur está en torno al 20%. España, con un 13%, figura entre los países con menor maltrato por parte de la pareja[1]

El continente europeo es considerado por millones de humanos de todo el mundo como madre de cultura y civilización, y sin embargo los comportamientos de muchos millones de sus gentes no dejan de ser animales. Podríamos pensar, como de hecho piensa la mayoría social, que esos son ‘comportamientos humanos’. Ahí es donde mi visión difiere. Para mí, el homínido humano tiene ‘comportamientos de animal humano’ y el maltrato a sus congéneres es uno de ellos, y sólo mediante un proceso educativo puede dejar de ser un ‘animal humano’ y transformar su comportamiento para convertirse en ‘ser humano’.

Si los comportamientos animales de nuestra especie son los ‘comportamientos humanos’, apaga la luz y vámonos que no hay nada que hacer. Ese tipo de pesimismo no va conmigo. Así como es verdad que todos tendremos que morir algún día y que hay millones de personas a las que les da miedo o les produce angustia tan sólo pensar en ello, también es cierto que nuestra biología animal existe y condiciona muchos comportamientos humanos en semejanza con el de otros animales y a millones de personas les horroriza pensarlo y existe la creencia inmensamente mayoritaria (sobre todo por educación equivocada) que no somos nada animales, sino que somos únicamente ‘seres de origen divino’[2]  caídos en garras del mal. Para mí, eso es como pensar que los gusanos orugas no son larvas sino mariposas (porque eso es lo que podrían llegar a ser) que no saben que pueden volar por estar atrapadas por el mal; o que una bellota ya es un roble por el mismo argumento equivocado. Hay un proceso previo -- misterioso, mágico y maravilloso, si se quiere ver así; o simplemente natural y vulgar, si se quiere ver de ese modo -- que convierte a un gusano en mariposa y a una bellota en roble.

Somos símiles a una bellota dentro de la cual se halla todo el potencial para convertirse en un
majestuoso roble, o a un gusano que mediante metamorfosis se transforma en una espléndida mariposa. Aunque dentro de nosotros, en nuestra esencia humana, se halla todo el potencial para conseguir lo que deseamos como humanos, a veces hay muchos obstáculos (externos y sobretodo internos) que nos lo impiden y nos quedamos en simples animales humanos.

Como educador que he sido y soy, es obvio que plantear un problema sin intentar siquiera resolverlo se convierte en un ejercicio inútil. Mi visión es que siendo animales mamíferos en nuestro origen biológico, lo cual puede producir comportamientos típicamente animales, podemos llegar a ser verdaderos seres humanos mediante un proceso educativo de desarrollo de conciencia ética. 
Critico la barbarie como animalidad, pero propongo el trabajo psicológico sobre sí mismo como vía para desarrollarnos como verdaderos humanos. El ‘trabajo psicológico sobre sí mismo’, que implica estudios y prácticas, es el proceso de ‘crisálida’ que puede transformar al ‘mamífero intelectual’ en el esplendoroso SER HUMANO que podemos llegar a ser. Y ninguna evolución mecánica ni ningún paso del tiempo pueden realizar ese trabajo por nosotros mismos. Es nuestra responsabilidad personal y social.

Como ya he insinuado en la anterior entrada al blog, este Gran Problema del proceso de humanización que implica nuestra vida personal y nuestra relación con la sociedad puede tener inicios de solución MEDITANDO. Entre los maestros mundiales de meditación tenemos a los budistas[3] . Ya hacia el final de la década de los 60 del siglo pasado, mientras estudiaba ingeniería química, leía y reflexionaba sobre religiones y filosofías inspirado por las lecturas y prácticas del maestro gnóstico colombiano Víctor Manuel Gómez (Samael Aun Weor).

Cristianismo, Islamismo, Budismo, Judaísmo, Hinduismo, Filosofía China, Esoterismo estaban en el centro de mis lecturas y reflexiones junto con lecturas científicas y técnicas, porque siempre he sido un inquieto buscador del conocimiento lejos de dogmas o fanatismos. Entre ellas, el budismo llamaba mucho mi atención porque, a diferencia de otras religiones, en el budismo no encontraba invasiones, ni conquistas territoriales en su nombre: el budismo no conoce la noción de ‘guerra santa’, la conversión forzada, ni tampoco considera la noción de herejía como algo siempre pernicioso, a diferencia de otras religiones. No se puede negar que han existido algunos episodios históricos de enfrentamientos violentos en el mundo budista por cuestiones de doctrina o de acoso a personajes disidentes o algunas minorías, pero estos son excepcionales para una religión que se convirtió en la mayoritaria de Asia durante un recorrido histórico de 2500 años; además, muchas acciones del animal humano no necesariamente son imputables a la religión que practica sino a la responsabilidad personal de quienes cometen los actos violentos. Los budistas aceptan la pluralidad de enfoques y el reconocimiento de distintos puntos de vista doctrinales. No cabe duda que mi temprana visión humanizadora simpatizó con esta visión y convertí la meditación en una de mis prácticas favoritas.

La segunda de las Cuatro Nobles Verdades del budismo nos dice que el origen del sufrimiento es el deseo (tṛṣṇā), y pienso que el deseo es también la raíz del egoísmo, ese excesivo aprecio que tiene una persona por sí misma y que la hace atender desmedidamente a su propio interés sin preocuparse del de los demás, comportamiento que yo considero típicamente animal; ese deseo malsano se convierte en un anhelo vehemente de poseer algo sin importar las consecuencias, origen de tantos vicios[4]  y que las primeras enseñanzas del cristianismo romano clasificaron en los siete pecados capitales[5]  siguiendo a Juan Casiano y a Gregorio Magno[6] . El egoísmo y el sufrimiento surgen de una misma raíz, se originan en el ansia que causan los deseos, los sentidos y el placer descomedido, buscando la satisfacción sin límites, el ansia de poseer, el ansia de llegar a ser, el ansia de nacer de nuevo y el ansia de ser aniquilado.

El budismo plantea claramente en la tercera de sus Nobles Verdades que el sufrimiento puede extinguirse cuando se extingue su causa: El sufrimiento se extingue con el abandono del ansia de placeres sensuales, de poseer, de llegar a ser y de aniquilación, y con la ausencia de pasión. Es obvio que si la causa del sufrimiento es la misma raíz que la del egoísmo, la tarea de extinguir el sufrimiento elimina también el egoísmo que es la manifestación desbordada de nuestro ‘ego’. Este camino de aniquilación budista del ansia de placeres sensuales es conocido en el gnosticismo contemporáneo como ‘eliminación del yo’, ‘muerte psicológica’ o ‘muerte mística’.

En la cuarta de sus Nobles Verdades, el budismo afirma que el noble camino, el óctuple noble sendero, es el método para extinguir al sufrimiento: El budismo prescribe un método, o camino, con el que se intenta evitar los extremos de una búsqueda excesiva de satisfacción por un lado, y de una mortificación innecesaria por el otro. Este camino comprende la sabiduría, la conducta ética y el entrenamiento o cultivo de la ‘mente y corazón’ por medio de meditación, atención y la plena consciencia del presente de manera continua.

¡Hermosa propuesta de solución humanizadora 
 para tener en cuenta en el trabajo sobre sí mismo!



[2] En algún otro artículo, más adelante, abordaré temas de ‘deificación’ y otros mitos, teorías y creencias. Y trataré temas de espiritualidad. Ahora realmente estoy más preocupado por temas de ‘humanización’ porque me parece prioritario. Lo trascendente sólo viene después de la humanización.
[5] Soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula, pereza
[6] Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1866, artículo 8, «El pecado». Librería Editrice Vaticana, 3ª Edición, 1992, Bilbao, España