Bucaramanga, 19 de noviembre de 2017
Por Jorge Eduardo Medina Barranco
Es evidente que despertar la conciencia del bien requiere de un cierto trabajo psicológico personal, tarea que requiere un esfuerzo propio. Esto de lo que estoy hablando es obvio, pero resulta que existe muchísima gente que piensa que sus estudios universitarios, o sus lecturas, o sus oraciones, o sus creencias por sí solas son suficientes para introducir un cambio significativo y real en su modo de ser.
Nada más alejado de la realidad.
En mi escrito DESARROLLO DE LA CONCIENCIA (http://jmedinabarranco.blogspot.com.co/2015_11_01_archive.html) hablé de los grados de la conciencia, teoría que se basa en la Teoría del Conocimiento de Platón aplicada al auto-conocimiento y que quienes la hemos trabajado damos testimonio de ella. Es lógico que no se puede desarrollar el conocimiento sin un esfuerzo personal, sin una tarea a realizar, sin un trabajo que hacer. Y en todo trabajo, en toda tarea, en todo esfuerzo realizado es conveniente tener en cuenta el rendimiento, es decir, el producto obtenido tras la tarea realizada.
Los preceptos neurodidácticos contemporáneos enseñan que el rendimiento frente a las tareas que ejecutamos requiere del desarrollo de ciertas habilidades que hasta ahora no han sido tenidas en consideración en la educación, habilidades en las que todos debemos reentrenarnos para obtener éxito en las diferentes áreas de nuestras vidas. Básicamente son:
a. La atención
b. La motivación
c. Las funciones ejecutivas y
d. Las operaciones mentales
Voy a comentar un poco la motivación.
La Motivación
externos que determinan en parte las acciones de una persona”. Es un término del lenguaje que utilizamos para hablar de los deseos, sueños o metas que nos lanzan a la acción, es decir, de las causas o razones que nos impulsan a actuar, que nos dan la energía para movernos porque queremos cumplir nuestro sueño. Es un tema que despierta un interés universal. Los padres quieren motivar a sus hijos, los docentes a sus estudiantes, los jefes a sus empleados, las empresas a sus clientes, los políticos a los votantes, los vendedores a sus potenciales compradores, los sacerdotes a sus fieles, los enamorados a la persona de sus sueños. Y también queremos auto-motivarnos para hacer algo que necesitamos pero muchas veces no encontramos la fuerza o la continuidad de propósitos necesarias para hacerlo.
Podemos decir que la motivación es encontrar un objetivo, meta, deseo o sueño que conecte con nuestros valores más profundos y transforme nuestra inacción en acción. ¿Cuál es tu mayor motivador? Con toda seguridad será ese ingrediente que te impulsa a pasar de la inacción a la acción.
Como dice el filósofo, ensayista y pedagogo español José Antonio Marina, los tres elementos que influyen en la motivación son:
MOTIVACIÓN = Objetivo (Deseos) + Valor del Objetivo (Incentivos) + Facilitadores de la Tarea
1. El objetivo es el sueño que se quiere realizar, la meta que se quiere alcanzar y que debe estar en conexión con los intereses personales, que son nuestros deseos. Si la meta es interesante, es decir, si conecta con nuestros deseos, la motivación para lograrlo aumenta.
2. El Valor del objetivo lo da lo atractivo que sea para nosotros, lo que genera un incentivo mayor por el logro de realización.
3. Los Facilitadores de la Tarea están representados por lo fácil que se vea la tarea, por el sentimiento de capacidad de hacerla y por las estrategias que se aprendan para llevarla a cabo.
Para motivar a las personas, como lo definió Goleman, hay que tener una inteligencia emocional entrenada. Para auto-motivarse, hay que entrenar la propia inteligencia emocional. La tarea fundamental de un líder consiste en producir el clima emocional adecuado para movilizar lo mejor del ser humano. Se puede ser un dictador sin ser un líder.
Pero estar motivado para hacer algo no termina con la complejidad de la acción motivadora. Entre el objetivo y su consecución hay una TAREA que realizar, un trabajo que hacer, un trayecto que recorrer.
Por ejemplo, quiero adelgazar, o dejar de fumar, o hacer ejercicio, o despertar conciencia o cualquier otra cosa. Estoy motivado para hacerlo, o sea, me siento con convicción, ánimo y energía: he tomado una decisión. A esa actitud la llamamos motivación de inicio. Pero ese impulso no es suficiente, porque los buenos propósitos siempre se enfrentan a las dificultades que surgen en la realización de la tarea. Como decían los antiguos moralistas <<El espíritu está presto, pero la carne es débil>>. Para mantener la actividad, para saber que la recompensa no es instantánea, para esforzarse, hace falta un plus de energía que se llama motivación para la tarea.
Para mantenerse con una motivación para la tarea, y que ésta nos ayude a alcanzar nuestras metas y objetivos, necesitamos técnicas, herramientas potenciadoras y estrategias que provoquen la unión entre la meta y nuestro compromiso, y haga de esa unión algo permanente y duradero en el tiempo. Esas técnicas, herramientas y estrategias se dividen en dos grandes bloques:
1. Potenciadores estratégicos racionales (Plan de acción y Proceso de Seguimiento)
2. Potenciadores estratégicos emocionales (Talleres motivacionales Teórico-práctico)
Compromiso y perdurabilidad en la tarea son posible cuando encontramos Motivos (intrínsecos o extrínsecos), eliminamos las Interferencias (falta de tiempo, apatía, error en la priorización, entorno personal, etc.) que nos restan fuerza y energía, y usamos Potenciadores adecuados.
Ningún comportamiento es realmente al azar, las personas siempre hacemos lo que hacemos por algún motivo, incluso aun cuando nosotros mismos no lo sepamos. Puede provenir de nuestro propio inconsciente pero tiene una intención de funcionalidad para quien actúa; y aunque estas acciones persigan un beneficio que puede ser oculto a nuestros propios ojos, los efectos no necesariamente son beneficiosos, éticos o deseables. La motivación es muy compleja.
Lo triste de estas acciones inconscientes es que generalmente solo sabemos que una decisión no fue acertada con posterioridad a los hechos, cuando ya todo ha pasado y quedan sus consecuencias. Por ello tenemos que hacernos conscientes de nuestros comportamientos y sus motivaciones ampliando el conocimiento de sí mismo. El trabajo debe dirigirse al autoconocimiento para ampliar nuestro mapa mental tanto interno (en la observación de nuestro psiquismo) como externo (en el análisis de la realidad que nos rodea). Si algo no nos funciona y no nos damos cuenta y siempre repetimos lo mismo ¿Cómo esperamos tener resultados diferentes? Parece que lo más inteligente sería cambiar lo que hacemos, para no repetirlo indefinidamente hasta frustrarnos porque fracasamos continuamente. Reorientar nuestros comportamientos y esfuerzos hacia otras posibilidades nos devuelve la esperanza y la energía y aumenta las probabilidades de éxito obteniendo nuevos resultados.
Es importante en nuestra vida que aprendamos a observar las cosas que no nos salen, o que nos salen mal, no como fracasos sino como aprendizajes que aporta la experiencia vivida. Pensar que lo que hemos obtenido son resultados que NO queríamos, no que son resultados que nos merecemos por especie de castigo divino, mala suerte o cualquier otra atribución mágica que no está relacionada con lo que hemos hecho. Etiquetar nuestros desaciertos como fracaso nos inmoviliza, nos despoja de energía y fuerza y nos conduce a rendirnos ante las adversidades. Aprender cosas nuevas y buscar nuevas vías de acción, por el contrario, nos revitalizaría, nos renovaría y nos abriría nuevas posibilidades.
¡HASTE MÁS HUMANO, NO TE DESANIMES!
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