Por Jorge Medina Barranco
São Paulo, Brasil. Enero 14 de 2022
Los momentos de máxima expresión histórica del liberalismo
lo encarnaron la Revolución Norteamericana en 1776, la Revolución Francesa en
1789 y los procesos independentistas en América Latina a partir de 1810.
Esta doctrina defiende la libertad individual, la igualdad ante la ley, y una reducción del poder del Estado en la vida social y económica.
En su época nació para poner límites a la monarquía
absoluta, que no reconocía al individuo como sujeto de derechos sino como
súbdito sujeto a la autoridad del rey. Los fundadores del liberalismo
teorizaron que el Estado existe realmente para garantizar la seguridad, esto
es, la vida, y la propiedad. De modo que si el gobierno no cumple con este
cometido pierde su legitimidad. Obviamente, la prioridad del Estado debe ser la
vida de sus ciudadanos: la vida está por encima de la propiedad, porque sin
vida no se puede poseer propiedades.
Hoy día hay muchas formas y tipos de liberalismo, pero en
general defiende los derechos individuales —como el derecho de propiedad, la
libertad de asociación, la libertad de religión o la libertad de expresión—; el
libre mercado o capitalismo; la igualdad ante la ley de todo individuo sin
distinción de sexo, raza, origen o condición social; y el Estado de derecho o
imperio de la ley al que deben someterse los gobernantes.
Muchos políticos occidentales han basado su retórica
electoralista en la libertad del individuo a ultranza, que coincide con las
ideas de los negacionistas, los antivacunas, los conspiranoicos y los ultras
individualistas. En ese contexto, la libertad consiste en hacer lo que uno
quiera: es responsabilidad de los “individuos” llevar o no mascarilla,
vacunarse o no, reunirse en grupos o no, etc. No existe el ciudadano, que
habita en un Estado como sujeto de derechos y deberes civiles y políticos, sino
“individuos soberanos” que hacen cada uno lo que le viene en gana.
La idea de “hacer lo que uno quiera” es la expresión de un individualismo egoísta e irresponsable, que
ignora la vida en común. Es lo que llamo “liberalismo egoico”, que no es más que libertinaje, palabra que han ido eliminando del vocabulario contemporáneo gracias al éxito social de los libertinos.Tal visión libertina tiene su marco político en el
libertarismo de Reagan, Thatcher o Friedman, que tanto daño hizo al mundo,
porque esa visión es una doctrina de tendencia anarquista que, en última
instancia, propugna por la supresión del Estado y del poder gubernativo en
defensa de la libertad absoluta del individuo. La realidad es que esa posición
política genera un descuido total de la ciudadanía, convirtiéndose en un
“sálvese quien pueda”.
Los libertarios y libertinos afirman que poner coto a la
“libertad individual” es una “medida totalitaria”. Esa es una formulación de la
extrema derecha norteamericana libertaria, reaccionaria, no liberal.
Como dice Béjar
(https://elpais.com/opinion/2022-01-12/liberalismo-cruel.html):
«Más que al autocuidado, habría que apelar a la virtud
ciudadana. Pero ésta hay que construirla. Es el resultado de los hábitos
morales de los ciudadanos que crean unas instituciones responsables —los
gobiernos en primer lugar—, que hacen leyes justas. Así, los ciudadanos
confiarían (el índice de desconfianza institucional está creciendo en nuestro
país) en instituciones que elaboran leyes y normas que a la vez modelan sus
mores o costumbres. La libertad de elección egoísta se sustituiría por la
virtud ciudadana»
DESARROLLA TU LIBERTAD MORAL Y SOCIAL PARA CONSTRUIR UN
MUNDO MÁS HUMANO