sábado, 8 de febrero de 2014

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE: La Corrupción

Por Jorge Eduardo Medina Barranco
8 de febrero de 2014, Breña Baja, Tenerife - España
Podríamos pensar, equivocadamente, que la barbarie sólo se expresa mediante la brutalidad de la guerra. Pero existen elementos aparentemente menos salvajes que la guerra y que son un claro indicativo de la barbarie. Uno de ellos es la corrupción.
De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), la primera acepción de la palabra ‘corrupción’ es la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar). Cuando la corrupción se refiere a las personas estamos hablando de una depravación ética y moral que, en muchos casos, conduce a situaciones o resultados inhumanos y, por lo tanto, bárbaros. En la sociedad la corrupción de las personas se puede manifestar de muchas maneras individuales o colectivas: corrupción empresarial, corrupción policial, corrupción política, corrupción de menores, etc.
En sentido general, la corrupción es una práctica que consiste en hacer abuso de poder, de funciones o de medios para sacar un provecho económico o de otra índole. Pero el problema se agrava porque a la corrupción se encadenan otros delitos, ya que el corrupto suele incurrir en acciones para permitir o solicitar algo ilegal. Por ejemplo, un policía resulta corrupto si recibe dinero de un hombre para que le permita robar en una casa sin intromisión policial; en este caso, se juntan dos delitos: el acto de corrupción y el robo. Otro ejemplo es la corrupción política que suele estar unida al tráfico de influencias, el soborno, la extorsión y el fraude, prácticas que se ven reflejadas en acciones como entregar dinero a un funcionario público para ganar una licitación o pagar sobornos. Por lo general los corruptos políticos son gobernantes o funcionarios elegidos o nombrados, que se dedican a aprovechar los recursos del Estado para de una u otra forma enriquecerse o beneficiar a parientes o amigos; en estos casos suele estar implicada la corrupción empresarial como instrumento para sacar beneficios en provecho de unos pocos en perjuicio del beneficio social.

El fenómeno de la corrupción es un proceso bárbaro: constituye una verdadera vulneración de los derechos humanos, porque generalmente entraña una violación del derecho a la igualdad ante la ley y, en muchas ocasiones, llega a suponer una vulneración de los principios democráticos, conduciendo a la sustitución del interés público por el interés privado de quienes se corrompen, generando verdaderas catástrofes sociales y grandes tragedias humanas. Basta leer noticias sobre el informe Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad económica, que publicó la ONG Oxfam Intermón el pasado 20 de enero de 2014 para ver como la masiva concentración de los recursos económicos en manos de unos pocos abre una brecha que supone una gran amenaza para los sistemas políticos y económicos inclusivos, porque favorece a unos pocos en detrimento de la mayoría.
Datos como que 85 individuos acumulan tanta riqueza como los 3.570 millones de personas que forman la mitad más pobre de la población mundial. O que la mitad de la riqueza está en manos de apenas el 1% de todo el mundo. O cómo la concentración de la riqueza en pocas manos y la brecha entre pobres y ricos siguen aumentando pese a la supuesta gran recesión del año 2008, que no ha sido sino el mecanismo utilizado por los corruptos y depredadores económicos para adquirir su mal habida riqueza. En Estados Unidos, por ejemplo, el 1% más rico de la población ha concentrado el 95% del crecimiento posterior a la crisis financiera. En Europa, los ingresos conjuntos de las 10 personas más ricas superan el coste total de las medidas de estímulo aplicadas en la Unión Europea entre 2008 y 2010 (217.000 millones de euros frente a 200.000).


La corrupción es una realidad mundial: la baja presión fiscal a los ricos, los recortes sociales, el rescate de la banca con fondos públicos, la malversación del dinero público son ejemplos de un fenómeno perverso que está empobreciendo a millones de personas; y mucha de esa riqueza está oculta en los llamados paraísos fiscales, que es el nombre eufemístico que se da a los antros de blanqueo de dinero y ocultación de riquezas mal habidas, construyendo “élites económicas” que "están secuestrando el poder político para manipular las reglas del juego económico, que socava la democracia" como dice el informe de Oxfam Intermon presentado este año en el Foro Económico Mundial de Davos. Es una situación de corrupción política y empresarial tan elevada que podemos decir que el mundo está ampliamente gobernado por ladrones tanto en el sector público como en el privado. Basta leer el editorial del diario El País publicado el pasado 5 de febrero para hacernos una idea[1]. O las denuncias de Falciani a los obstáculos que ponen el poder político y administrativo para combatir la corrupción[2]. O los casos de corrupción en España[3] o Colombia[4], que no son de los más corruptos del mundo. O la dramática situación que vive actualmente Bosnia[5], ese pequeño país europeo surgido de la desmembración de la antigua Yugoslavia. La lista sería interminable y los sufrimientos que padecen millones de personas en todo el mundo por esta causa son indescriptibles, conduciendo a miles de personas al suicidio, la delincuencia, la prostitución y muchas más respuestas dolorosas.
Cuando estudiamos y reflexionamos sobre las causas de la corrupción, llegamos a la conclusión de que dichas causas pueden ser endógenas (las que tienen que ver con la responsabilidad interna de cada individuo) o exógenas (son las causas que dependen de la sociedad y por tanto son externas al individuo).
Entre las muchas causas endógenas, que tienen que ver con el individuo, podemos enlistar las siguientes:
·         Falta de educación en valores éticos
·         Falta de valores humanistas
·         Carencia de conciencia social
·         Desconocimiento legal
·         Baja autoestima
·         Paradigmas distorsionados y negativos (egoístas).
Como elementos exógenos de la corrupción (los que dependen de la sociedad), podemos considerar los siguientes:
·         Modelos sociales que transmiten falta de valores éticos
·         Impunidad en los actos de corrupción
·         Excesivo poder discrecional del funcionario público
·         Concentración de poderes y de decisión en ciertas actividades del gobierno
·         Soborno internacional
·         Control económico o legal sobre los medios de comunicación que impiden se expongan a la luz pública los casos de corrupción
·         Salarios demasiado bajos
·         Falta de transparencia en la información concerniente a la utilización de los fondos públicos y de los procesos de decisión
·         Poca eficiencia de la administración pública

La ONG Transparencia Internacional[6] ha publicado su Índice de Percepción de la Corrupción Mundial de 2013 (IPC), el cual clasifica a todos los países en función de la corrupción que se percibe en sus instituciones administrativas y políticas. Se tiene muy en cuenta la percepción del abuso de poder para el beneficio propio. La escala del ranking oscila entre 0 (muy corrupto - rojo) y 100 (muy limpio - amarillo).



Según éste ranking de Transparencia Internacional, los países más corruptos y menos corruptos en 2013 fueron:



Los resultados que arroja el IPC 2013 demuestran una vez más que la corrupción es un grave problema mundial que debe ser afrontado y combatido por la sociedad. La presidenta de Transparencia Internacional, Huguette Labelle reclama: “Los gobiernos deben incorporar acciones contra la corrupción en todas las decisiones públicas". Para ello propone como prioridad que se dicten leyes más efectivas sobre lobby y financiamiento político, mayor transparencia de la contratación y el gasto público.
Mi primera reacción cuando leí estas propuestas fue preguntarme si los gobiernos tienen la autoridad moral para detener la corrupción mundial: muchos gobiernos han estado o están en el centro de un escándalo de corrupción. Además, la corrupción no es sólo responsabilidad del sector oficial, del Estado o del Gobierno de turno, sino que incluye muy especialmente al sector privado debido al tráfico de influencias entre el sector privado y el público. Por esta razón existen entidades nacionales e internacionales, oficiales y privadas, con la misión de supervisar el nivel de corrupción administrativa internacional, como es el caso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de los Estados Americanos (OEA), y Transparencia Internacional. Pero, ¿Entre tanta corrupción mundial quién garantiza que las personas que forman parte de instituciones públicas o privadas internacionales no son corruptas?
¿Cómo podemos colaborar para resolver este grave problema de barbarie? ¿En qué puede contribuir cada uno de nosotros para disminuir esta barbarie de la corrupción? ¿Cómo podemos resolver este gran problema?
De acuerdo a los expertos en estos temas de corrupción, la transparencia es el mejor antídoto contra la corrupción: los ciudadanos deben, cada vez más, reclamar más información sobre los casos de corrupción en sus respectivos países y una mayor exigencia legal para la persecución a los corruptos; se debe trabajar por la transparencia y la rendición de cuentas para restablecer la confianza y combatir el flagelo de la corrupción mundial. Eso exige conciencia personal de la realidad social lo que, a su vez, implica despertar la propia conciencia en el aquí y ahora, en el mundo que estoy viviendo y construyendo con mis propias acciones, en mi mundo de relaciones conmigo mismo y con la sociedad. Eso conlleva un trabajo psicológico y espiritual sobre mí mismo para eliminar de mi psiquis los factores egoicos que me inducen a caer, en el peor de los casos, en brazos de la corrupción; y, como mínimo, en el desconocimiento o la ignorancia sobre esta lacra mundial de la corrupción, acto de barbarie que produce grandes tragedias humanas.

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