viernes, 14 de junio de 2013

INTRODUCCIÓN AL GNOSTICISMO, La Libertad Creadora


Breña Baja, junio 14 de 2013

LA LIBERTAD CREADORA

<<Aun sabiendo que siempre ha existido la maldad en nuestra historia, no me cuadra que hoy día, habiendo tanto progreso, tanta supuesta evolución del hombre, tantos avances, me resulte que el estado de “humanidad”, piedad, compasión, amor, que deberíamos de tener a estas alturas de nuestra historia, no van de la misma mano que todo lo demás>>

En un periódico local de La Palma leí recientemente este comentario que hace reflexionar sobre una de las tantas terribles confusiones a la que ha conducido la teoría darwinista de la evolución, la creencia de que los seres humanos surgen de un proceso mecánico biológico, haciendo olvidar que los seres humanos no somos animales pre-programados sino seres en creación: nosotros no nacemos humanos sino homínidos y es el proceso educativo el que nos transforma, o no, en seres humanos. No existe ninguna evolución mecánica que haga posible que los valores humanos se transmitan genéticamente. Cada generación tiene que ser educada por la anterior. Cada generación reconstruye valores según sus conocimientos. Y ese es el gran drama y la gran belleza de la libertad creadora de nuestra especie.

Mi convicción personal, como la de muchos millones de personas, es que hay dentro de cada uno de nosotros una fuerza vital invisible pero cognoscible por sus efectos. Es la misma fuerza que hace que un rosal rodeado en sus raíces por estiércol lo absorba alimentándose y lo transmute en el maravilloso perfume de sus hermosas flores. Nosotros también tomamos alimentos del entorno: tú, lector, tomas de tu entorno aire, comidas e impresiones a través de tus sentidos que transmutas en tu cuerpo en percepciones y que se convierte en aquello que haces en tu vida, en lo que sería el perfume de tu propia vida (tus alegrías y tus tristezas, abundancias y pobrezas, compasión y crueldad, amores y desamores, etc.). Somos una esencia espiritual, una semilla divina que puede fructificar como ser humano y más, o vivir y morir como simple homínido, mamífero intelectual que como dice nuestra articulista del principio, a pesar de tantos avances tecnológicos su comportamiento no va de la mano de esos avances técnicos.

Nosotros somos creadores. Como diría en el título de una de sus obras el gran escritor de ficción  y divulgador científico Isaac Asimov, somos ‘Los propios dioses’. Según la fe de las religiones abrahámicas (son las fes monoteístas que reconocen una tradición espiritual identificada con Abraham, y es un término que se refiere al judaísmo, cristianismo, islamismo y que también incluye otras comunidades religiosas, como los samaritanos, los mandeos, los drusos y los bahaíes. Actualmente, las religiones abrahámicas suponen un poco más de la mitad de la población de creyentes del mundo, unos 3.800 millones de fieles) Dios nos creó “a su imagen y semejanza”. Si creemos en ello, eso significa ni más ni menos lo que he dicho al comienzo del párrafo: que a semejanza de Dios, nosotros también somos creadores. Somos creadores para bien y para mal. Somos creadores independientemente de si somos creyentes o no. Todos los seres humanos somos creadores.

Todos sabemos que en el mundo existen múltiples tipos de religiones y cada una de ellas presenta su propio conjunto de dogmas, normas y prácticas relativas a su o sus divinidades. En frase de nuestro maestro, cada religión es una perla preciosa engarzada en el hilo de oro de la divinidad. Como lo afirma la Ontología del Lenguaje de Rafael Echeverría: vivimos en mundos interpretativos.

El proceso gnóstico es un proceso creador. El gnosticismo pretende construir un ser inteligente que “aprende” de manera generativa, es decir que interpreta los cambios y eventualidades tanto del mundo exterior como de su mundo interior como oportunidades, ocasiones para mejorar y lograr metas. El gnóstico busca auto-realizarse.

Una de las primeras metas gnósticas es tener dominio personal. Esto significa abordar la vida de manera creativa a través de un proceso de aprendizaje personal continuo y natural sobre sí mismo y su relación con el mundo. Este primer paso es fundamental, porque las personas con dominio personal transforman su visión y sus objetivos en verdaderas vocaciones. Esto significa que el verdadero gnóstico es aquel que ama su proceso gnóstico en sí y lo vive en su vida cotidiana, no como una teoría o una creencia más, no como un dogma de fe, sino como una forma práctica de vida, una manera de vivir. Las personas con dominio personal entienden mejor el sistema en el que viven, sintiéndose conectadas con otras personas y con la vida misma sin perder su singularidad. Si lo miramos desde una perspectiva budista, significa la interdependencia: todos los seres dependemos unos de otros, todas mis acciones tienen efectos en mí mismo y en los demás. Todo lo que yo haga causa un efecto en otras personas. Las reacciones de esas personas ante mi actuación causan un efecto en mí, y así sucesivamente, en una cadena interminable.
Meditando en las playas de Cartagena, Colombia.
Tal vez la visión occidental moderna que se hace eco de este pensamiento es el llamado pensamiento sistémico, ese marco conceptual que se ha desarrollado en el mundo académico en los últimos setenta años que facilita la claridad y modificación de sistemas. En la Wikipedia podemos ver que la teoría general de sistemas fue enunciada originalmente por Ludwig von Bertalanffy en 1937. Un desarrollo similar en psiquiatría lo representó Kurt Goldstein. Continuó a través del trabajo de Walter Cannon en fisiología, y también hubo desarrollos similares en la Ingeniería de comunicaciones que condujeron a la cibernética. En 1961 Talcott Parsons en su libro El sistema social, fue el primero en aplicar sistemáticamente la teoría de sistemas a la sociedad.
El pensamiento gnóstico, visto con perspectiva sistémica, significa que el desarrollo espiritual de cada ser humano es tan importante como el físico, el emocional y el intelectual, porque todos juntos forman un sistema: mi sistema personal, mi propia vida. Y ese crecimiento sólo es posible aprendiendo de manera generativa, de manera creadora, es decir aprendiendo a aumentar la capacidad de generar resultados en mí mismo y en mi entorno. Esto pasa “siempre” por cuestionar mis modelos mentales que me han llevado a actuar de una cierta manera y por lo tanto a alcanzar unos ciertos resultados.