lunes, 1 de septiembre de 2014

LA GRAN TRAICIÓN AL NAZARENO

Por Jorge Eduardo Medina Barranco

1 de septiembre de 2014, Breña Baja, Santa Cruz de Tenerife
Entre mis lectores he notado que a algunos les produce gran inquietud los temas relacionados con Jesús de Nazaret, alguno de cuyos comentarios he contestado y otros no, porque no quiero convertir mis escritos sobre el proceso de humanización en un diálogo exclusivamente cristiano, ya que para mi ser humano es mucho más que ser creyente, o no, de cualquier dogma de fe. Sin embargo, dado que el cristianismo es una corriente religiosa que ha marcado la historia de Occidente durante los dos últimos milenios, hasta tal extremo que la historia del pensamiento occidental sería incomprensible sin el estudio de esta influencia cristiana, voy a dedicar varios artículos del blog al tema de Jesús y el Cristianismo. El cristianismo es una temática inmensa, desde donde se le mire. Yo haré unos pocos comentarios desde un punto de vista heterodoxo, que las iglesias cristianas con sus dogmas establecidos aborrecen, sobre todo los fanáticos que se complacen viviendo en su ignorancia intransigente.
Para empezar diré que JESÚS, un judío ferviente, predica la libertad individual puesta al servicio de nuestros semejantes; en sus enseñanzas en la sinagoga de Nazaret, leyendo un pasaje de Isaías que dice: << […] anunciar a los cautivos la liberación […] a dar la libertad a los oprimidos>> afirma rotundamente que «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” (Lucas 4: 16-21). Este es considerado por los teólogos uno de los aspectos esenciales del evangelio de la salvación: el camino espiritual propuesto por Jesús es camino de liberación; que yo entiendo como liberarse del propio “ego”[1] y todas las amarras y ataduras a las que nos somete la egolatría, para ser capaces de amar a nuestros semejantes libres de condicionamientos, cual médico que cura a sus pacientes sin preguntarle sus creencias o antecedentes en lo que no sea concerniente a su salud. Y solo cuando nos liberemos del yugo de nuestro ego, nuestro ‘satán’ personal, solo entonces conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres (Juan 8-32).

En la leyenda del Gran Inquisidor, que escribe en términos novelescos Dostoievski[2] en su obra Los Hermanos Karamazov, el escritor hace hincapié en la gran traición que las iglesias cristianas (Católica, Ortodoxa, Protestante y todas sus variantes) cometen respecto del mensaje de libertad de Jesús, en nombre de la debilidad humana, con el fin de consolidar su poder. Dostoievski pretende mostrar que las instituciones eclesiásticas han caído en las tentaciones diabólicas a las que supo resistirse Jesús, creando horrores tan execrables como el de la llamada Santa Inquisición, principalmente por parte de la Iglesia Católica, hecho histórico tenebroso para el que no encuentro palabras suficientemente fuertes para describirlo o calificarlo. Para Frédéric Lenoir[3], a lo largo de la historia las Iglesias que predican en nombre de Jesucristo sucumbieron progresivamente a la tentación de alienar las conciencias humanas ofreciéndoles seguridad a través de tres formas: el milagro del pan (los alimenta y se ocupa de sus necesidades vitales), el misterio que genera su legitimidad (el dogma) y un poder incuestionable que aporta el orden. De este modo los cristianos fueron alienados con el consentimiento de ellos mismos y con la convicción de que era por su bien. Y la gran perversión del mensaje de libertad de Cristo tuvo su punto álgido en la Iglesia Católica precisamente con la práctica inquisitorial, práctica radicalmente opuesta al mensaje de los Evangelios (totalmente inconcebible en los tiempos heroicos de la Iglesia primitiva con su gran diversidad de corrientes) y a la que llega progresivamente la institución cristiana a lo largo de los siglos: ¡la tortura y ejecución de seres humanos por su bien en nombre de la caridad cristiana! Inconcebible, increíble, horroroso, perverso, maligno, pero cierto.

Es evidente que la historia del cristianismo no se reduce únicamente a las tenebrosas hogueras de la Inquisición, ni a las conversiones forzosas, ni a los Estados Pontificios, ni a las perversas cruzadas, ni al desenfreno sexual de los papas del Renacimiento o los curas pederastas actuales, ni a la condena de Galileo, ni a la masacre de judíos, gnósticos y paganos. La historia del cristianismo es también la de los obispos que crean asilos para recoger a los pobres y enfermos, los mártires que imitan a Jesús y se niegan a abjurar de su fe, los monjes que renuncian a todo para rezar por el mundo, los santos que abrazan a los leprosos y dedican la vida a los más desfavorecidos, los constructores de catedrales y creadores de obras maestras artísticas inspiradas en la fe, los misioneros que crean escuelas y ambulatorios, los sabios teólogos que fundan universidades, los humildes innumerables que practican el bien en nombre de su fe.

Pero todas las buenas obras de los cristianos y las Iglesias cristianas en este mundo nunca podrán lavar el horror de la práctica inquisitorial aplicada y legitimada durante más de cinco siglos, que sólo tiene parangón en la historia reciente con el repugnante holocausto nazi que duró únicamente 4 años, y que no digo esto para minimizar el engendro perverso de la ‘solución final’ o intento de exterminar a la totalidad de la población judía de Europa, sino para compararlo con los siglos de la abominable Inquisición: si 4 años de exterminio sistemático de judíos por los nazis nos parece algo horrible, cuanto más 500 años exterminando ‘herejes’ y a todo el que no aceptara los dogmas impuestos desde el poder.

La lista de víctimas de los totalitarismos y de la intolerancia a lo largo de la historia es extensísima. Pero, como dice Lenoir, hay una perversión específica en la Inquisición: se torturan los cuerpos por el bien de las almas; se violan las conciencias en nombre de la salvaguardia de su libertad. En la Edad Media solía decirse Corruptio optimi pessima («La corrupción del mejor es la peor»). La Inquisición es un ejemplo extraordinario de este hecho de la corrupción de los mejores, porque los que se suponen representantes del mensaje revolucionario de Jesús, que pretende emancipar al individuo del peso del grupo y la tradición erigiendo su libertad de elección como el más sacrosanto de sus valores, se convierten en los perseguidores mediante una institución eclesiástica que niega la libertad interior de los individuos, hasta el extremo de exterminarlos, para salvaguardar los intereses del grupo y la tradición.

En la historia del cristianismo esta inversión radical de los valores —conceptuar el bien como «mal» y el mal como «bien»— que representa la Inquisición, dista mucho de ser única. Las Iglesias cristianas no sólo se han mantenido al margen de las exigencias éticas de Jesús, al que reivindican como su guía, como su dios. No sólo han ‘dulcificado’, moderado y transformado su mensaje, sino que en ciertos puntos esenciales, y en calidad de institución, lo han manipulado  por completo falseando su contenido. Lo han pervertido.

Los pensadores que mejor han señalado esta subversión y la han denunciado con más fuerza no son representantes del ateísmo, sino cristianos convencidos. No es solo el caso del relato novelado de Dostoievski, cristiano ortodoxo, sino filósofos como el danés Søren Kierkegaard[4] un ferviente y atormentado cristiano protestante que intentó conciliar su vida y su fe. En mis escasas lecturas sobre el tema, son pocos los libertinos, filósofos ateos o librepensadores anticlericales que hayan escrito páginas tan virulentas contra la Iglesia como este gran creyente que denuncia toda institución eclesiástica posterior al siglo IV y al surgimiento del cristianismo como religión oficial del Imperio romano, a las que acusa de haber dado la espalda al mensaje del Nuevo Testamento, de manera que tergiversaron el verdadero cristianismo y llama a esa cristiandad que ha llegado hasta nuestros días como «este crimen», «esta ilusión», «esta falsedad»[5]. Kierkegaard acusa a los clérigos de ser responsables de una estafa, la de aparentar que su discurso y sus prácticas son los del cristianismo, cuando en realidad no es así y, más bien al contrario, la Iglesia oculta el verdadero cristianismo, haciéndolo inaccesible para los hombres. Pero tampoco es Kierkegaard indulgente con los millones de fieles que participan sin rechistar, haciéndose así cómplices de la mentira.

La conclusión de  Kierkegaard  es que sólo los individuos valientes, lúcidos, dispuestos a esforzarse consigo mismos, son capaces de llevar a la practica el mensaje de los Evangelios, y por ello resulta no solo inútil, sino incluso peligrosa, la pretensión de convertir a la mayoría. Dicho de otra manera, es como si las enseñanzas de Jesús fuesen exclusivamente para pequeños grupos de iniciados, que es lo que sostienen las corrientes esotéricas cristianas desde hace siglos. Evidentemente, esta tesis kierkegaardiana escandalizó a las Iglesias, pero también ha hallado un eco profundo en algunos pensadores cristianos desde hace ciento cincuenta años.

Sin considerar ni una sola de la escuelas de esoterismo en Occidente de los últimos 150 años, muchas de las cuales se hicieron eco de estas ideas kierkegaardianas, ni tampoco de las luchas fratricidas entre corrientes cristianas que se combaten entre sí tildándose unas a otras de enseñar falsedades, en el siglo XX hubo un filósofo, sociólogo, teólogo y anarquista cristiano francés, también surgido del Protestantismo, quien retomó esta crítica kierkegaardiana analizando más a fondo la manera en que se ha producido esta inversión: Jacques Ellul (Burdeos, 1912-1994). Cristiano lúcido y comprometido, publicó en 1984 un ensayo de título sumamente explícito: La subversión del cristianismo[6]. La pregunta que se hace Ellul, y que es el hilo conductor de toda la obra, es tajante: « ¿Por qué el desarrollo de la sociedad cristiana y de la Iglesia ha dado origen a una sociedad, a una civilización, a una cultura totalmente inversas a lo que leemos en la Biblia, al texto indiscutible de la Tora, de los profetas, de Jesús y Pablo? ¿Me equivoco cuando digo "totalmente"? No sólo ha habido contradicción en un único punto, sino en todos los puntos »

Según las explicaciones de Ellul, la institución eclesiástica subvirtió el cristianismo, volviendo la espalda al mensaje de sus fundadores. Lo elevó al rango de religión (con sus rituales y dogmas) y de moral (del deber y la sumisión), como tantas otras, y se dejó corromper por el poder y el dinero en tal proporción que la novedad profunda del mensaje de Jesucristo cayó en el olvido e incluso se transformó en su opuesto exacto.



[1] Mateo 7: 3-5. Mateo 23. Estos versículos se refieren a toda persona, para que miremos nuestro propio egoísmo, y los ayes de Jesús por los escribas y fariseos debe entenderse como una aflicción por todos los que tienen egolatría. Estos versículos hablan de la necesidad de la muerte mística. Ver  http://es.wikipedia.org/wiki/Muerte_m%C3%ADstica
[2] Fiódor Mijáilovich Dostoievski (Moscú, 11 de noviembre de 1821 - San Petersburgo, 9 de febrero de 1881) es uno de los principales escritores de la Rusia Zarista, cuya literatura explora la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa del siglo XIX
[3] Filósofo y sociólogo francés, especialista en Historia de la Religiones e investigador en la École des Hautes Études en Sciences Sociales.
[4] Søren Aabye Kierkegaard (Copenhague, 5 de mayo de 1813 – 11 de noviembre de 1855) fue un prolífico filósofo y teólogo danés del siglo XIX, que criticó con dureza el hegelianismo de su época y lo que él llamó formalidades vacías de la Iglesia danesa.
[5] Veintiún artículos de Kierkegaard publicados entre el 18 de diciembre de 1854 y el 26 de mayo de 1855 en el periódico Faedrelandet, según cita de Frédéric Lenoir.
[6] La subversion du christianisme. París: Seuil, 1984. La subversión del cristianismo, trad.: Manuel Mercader, Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1990.

1 comentario:

  1. Me parece excelente este texto analitico, sencillo y profundo, apoyado en la literatura, la filosofia, la sociologia y texto historicos como la biblia. Me deja reflexiones frente a la verdadear enseñanza del Nazareno y la libertad que profesó para que los hombres y mujeres fueramos autonomos y asumieramos la propia vida.
    Gracias

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