Por Jorge Eduardo Medina Barranco
18 de septiembre de 2016, Bucaramanga, Colombia
La cultura, considerada en su definición RAE
como un conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de
desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.,
es un Molde de la Mente.
¿QUÉ SON LOS MOLDES DE LA MENTE?
La palabra “molde” se refiere a un objeto
hueco que da forma a la materia que en él se solidifica: es decir, un “molde”
es un aparato o artefacto con una forma determinada, que sirve para “moldear”
el “contenido” que se vierte en su interior. Se emplea profusamente para
obtener piezas moldeadas, tanto en arte –bustos, figuras, columnas– como en
construcción –balaustres, revestimientos– o en diversos procesos industriales
–objetos cerámicos, elaboración de barras de chocolate, jabones, cubitos de
hielos, etc.
De forma similar, la mente puede funcionar
como una especie de ‘cuenco’ o ‘molde’ recibiendo la cultura de su entorno
y “petrificándola” como si esa fuese la
única forma posible de funcionar como ser humano. Cada pueblo cree que su modo
de comportarse es un modo ‘universal’ de comportamiento, y cuando entra en
contacto con una cultura diferente siente un rechazo hacia los comportamientos
‘anómalos’ de las personas de esa cultura diferente.
Los Moldes de la Mente son hábitos mentales
que las personas aprenden por repetición de patrones de pensamiento y de
respuesta, de forma que la mente termina actuando de la misma forma, activando
los mismos pensamientos, emociones y conductas en diferentes situaciones,
convirtiendo los comportamientos de las personas en acciones mecánicas, sin
reflexión, ni lógica, ni intuición: con la conciencia dormida.
Podríamos comparar esos Moldes de la Mente
como un programa informático. Un programa informático o programa de computadora
es una secuencia de instrucciones, escritas para realizar una tarea específica
en una computadora. El programa tiene un formato (tiene una forma) ejecutable
que la computadora puede utilizar directamente para ejecutar las instrucciones.
Una colección de programas de computadora y datos relacionados se conoce como
software.
De forma análoga, cada individuo construye sus
Moldes de la Mente como un programa de modos habituales y personales de
interpretar y reaccionar ante la
realidad en situaciones donde se enfrenta a hechos que le involucran personalmente
en sus intereses y emociones. Cada uno de nosotros funciona con un software
cultural, que modifica en base a sus intereses y emociones si es capaz de
‘darse cuenta’ que está programado y aprende a ‘reprogramarse’. Las personas
que no lo hacen viven mecánicamente, con la conciencia ‘dormida’ entre sus
moldes mentales, repitiendo de forma automática pensamientos, emociones y
acciones como en la comedia de Bill Murray y Andie MacDowell 'Atrapado en el
tiempo', en la cual un déspota personaje, presentador de televisión, acude a un
pueblo para informar sobre el Día de la Marmota. El personaje queda atrapado en
ese día: diariamente cuando sonaba el despertador comprobaba que seguía siendo
el mismo día que él ya había vivido anteriormente. Interesante comedia para
reflexionar sobre nuestros Moldes de la Mente y los pensamientos, emociones y
acciones repetitivas a lo largo de nuestras vidas: las personas viven, sin
saberlo, en un bucle espacio-temporal repitiendo sus dramas y tristezas, sus
alegrías y sus rutinas diarias, sin saber cómo salir de los sufrimientos de la
vida.
¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LOS MOLDES MENTALES?
¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LOS MOLDES MENTALES?
En la naturaleza podemos observar que el agua
que, una y otra vez, corre por el mismo terreno poco a poco va abriendo un
cauce en la tierra. En el futuro, ese cauce facilitará el tránsito del agua.
Pero, a su vez, el agua ahondará cada vez más el propio cauce. En las futuras
ocasiones en las que corra el agua, será mucho más probable que lo haga por el
cauce que ya se ha formado.
Como el agua que corre por el terreno, ideas, pensamientos, imágenes, etc., recorren nuestro cerebro. Todo esto se repite, una y otra vez, en situaciones similares. Así, en la medida en que se repita, se va formando el cauce, el patrón de conexiones neuronales o el molde que configurará, en el futuro, nuestras interpretaciones, pensamientos y formas de reaccionar ante la realidad. Nuestro cerebro funciona por reacciones químicas, transmitiendo información de neurona en neurona. Que reaccionemos de una forma u otra depende de si en nuestro cerebro se activa un circuito neuronal u otro. El aprendizaje refuerza ciertos circuitos, mientras que otros, por desuso, se debilitan. Por lo tanto, los circuitos que por aprendizaje se refuerzan constituyen hábitos mentales que no son mas que moldes mentales de comportamiento.
Aprendizaje y Biología
Afortunadamente se sabe que las conexiones
cerebrales no son rígidas y que estamos en disposición de aprender nuevos
hábitos a lo largo de toda nuestra vida.
Debemos entender claramente que los moldes
mentales nacen y se hacen.
Nuestra personalidad no nace en el vacío:
existen disposiciones al nacer que se cristalizan, de una forma u otra, con las
experiencias vividas y con todo cuanto ocurre en nuestro entorno. Nacemos con
tendencias genéticas (genoma), pero sólo con eso: tendencias, predisposiciones
que se pueden desarrollar o no según las circunstancias de la vida. Por
ejemplo, toda persona normal nace con la predisposición genética para aprender
a leer y escribir, pero si no se le pone en las circunstancias ambientales
adecuadas (un proceso educativo de lecto-escritura), no aprenderá.
Como hemos podido vislumbrar en el párrafo
anterior, también hay tendencias ambientales que conforman lo que podemos
llamar nuestro "psicoma". Por ejemplo, toda persona nace con la
predisposición de ser feliz en su vida, pero si se le educa con la idea de que
esta vida es un valle de lágrimas donde venimos a sufrir, vivirá su vida con
dolor y sufrimiento.
Podríamos decir que los moldes mentales vienen
a ser como nuestro “psicoma” humano. Nuestros moldes mentales propios son
esculpidos a base de experiencias, con lo que el resultado final no sólo
depende de la naturaleza del material (las predisposiciones innatas que
llamamos Esencia), sino, también, de los golpes o cincelazos del artista, que
son las experiencias personales y cómo las interpretamos cada uno de nosotros
en base a nuestra Esencia propia. Yo Soy lo que construyo en mi relación
conmigo mismo y con mi entorno, tanto en el plano psicológico como en el espiritual.
¿Por qué es importante conocer nuestros Moldes
de la Mente?
Según
nuestros moldes mentales percibimos, interpretamos y reaccionamos ante la
realidad de un modo u otro, es decir, según los moldes mentales que hemos ido
construyendo, nuestra capacidad para adaptarnos, ser eficaces y ser felices
será diferente. Los moldes de la mente determinan nuestra forma de ser,
precisamente porque determinan nuestro modo de saber manejarnos en la vida. Ese
software que conforma nuestros moldes de la mente es una especie de
inteligencia para la vida. No se trata de una inteligencia racional, esa
capacidad para resolver problemas abstractos, o para memorizar una serie de
palabras, o para apreciar relaciones entre hechos, sino más bien la capacidad
para defendernos y manejarnos eficazmente en nuestra vida cotidiana con una
especie de inteligencia socioafectiva.
Nuestra mente funciona como si fuera una
cámara de cine, con distintos encuadres y movimientos, enfocando la realidad
desde distintos ángulos y maneras. Los moldes de la mente generan muchos
enfoques y matices: Hay enfoques que se especializan en extraer lo más negativo
de la realidad (los fallos, lo malo). Otros, en cambio, extraen lo positivo.
Hay enfoques que engrandecen lo que va a ocurrir y, luego, empequeñecen lo que
ha ocurrido; hay enfoques que se centran en lo que no se tiene; enfoques que
anticipan peligros, problemas o fracasos; enfoques que imaginan esfuerzo, etc.
Los diversos enfoques mentales producen
reacciones distintas y, cuando se hacen habituales (moldes), permiten que la
realidad se vea y se sienta de una manera determinada y peculiar en cada uno de
nosotros, que puede ser beneficiosa para nuestra felicidad, adaptación y
rendimiento, o puede producir todo lo contrario. Esto nos ocurre a todos los seres
humanos, lo aceptemos o no, por genoma y por psicoma.
En mis diversos viajes veo muchos moldes
mentales. Y cuando estoy en Colombia, donde paso actualmente la mitad de mi
tiempo, aun cuando hay muchísimos colombianos que viven y trabajan en y para la
paz, encuentro mucha gente que cree que no se puede vivir en paz hasta que no
se ‘extermine’ al contrario (visto como malo, peligroso, delincuente,
terrorista, enemigo personal o político, etc.) ya sea condenándolo,
exponiéndolo al escarnio público o matándolo, como si ellos fuesen los Judas,
Pilatos y Caifás del drama cristiano, reaccionando en base al resentimiento, la
venganza, el rencor, el odio, que como moldes mentales no les permite funcionar
de otra manera, porque ese es el programa con el que se han educado en 52 años
de violencia. No piensan en procesos educativos y transformación social
pacífica, sino en repetición mecánica de sus moldes de la mente construidos
durante los procesos de violencia vividos por el país.
A raíz del plebiscito en que se les pregunta a los colombianos si apoyan el acuerdo final redactado en la Habana entre los representantes del gobierno y las FARC, los ciudadanos no se contentan solamente con votar sí o no explicando sus posturas, sino que se han dividido en facciones enconadas en las que están a punto de deteriorarse gravemente las relaciones entre padres e hijos, amigos y familiares por cuenta de las distintas posiciones frente al tal plebiscito. Lo he vivido intentando dialogar con personas con las que discrepo de su posición respecto al acuerdo: no hay diálogo posible, o estoy de acuerdo con ellos o estoy ‘contra’ ellos; se lo toman como una enemistad personal y no como una postura de aceptación o no del acuerdo de la Habana. Pobres personas, viven en una cultura de violencia pero no se dan cuenta. La paz no llegará a Colombia por la firma de un acuerdo u otro; para que llegue la paz hace falta que las personas se den cuenta de la violencia cotidiana que ejercen unos sobre otros, y dejen de hacerlo.
A raíz del plebiscito en que se les pregunta a los colombianos si apoyan el acuerdo final redactado en la Habana entre los representantes del gobierno y las FARC, los ciudadanos no se contentan solamente con votar sí o no explicando sus posturas, sino que se han dividido en facciones enconadas en las que están a punto de deteriorarse gravemente las relaciones entre padres e hijos, amigos y familiares por cuenta de las distintas posiciones frente al tal plebiscito. Lo he vivido intentando dialogar con personas con las que discrepo de su posición respecto al acuerdo: no hay diálogo posible, o estoy de acuerdo con ellos o estoy ‘contra’ ellos; se lo toman como una enemistad personal y no como una postura de aceptación o no del acuerdo de la Habana. Pobres personas, viven en una cultura de violencia pero no se dan cuenta. La paz no llegará a Colombia por la firma de un acuerdo u otro; para que llegue la paz hace falta que las personas se den cuenta de la violencia cotidiana que ejercen unos sobre otros, y dejen de hacerlo.
Los invito a que lean mi artículo La Paz es Posible: (http://jmedinabarranco.blogspot.com.co/2016/06/la-paz-es-posible_86.html) y
reflexionen sobre ello, porque la paz es posible si se trabaja sobre sí mismo
para cambiar el programa cultural derivado de tantos años de violencia.
En el mundo somos muchos los que trabajamos
por y para la paz. Como lo dije en mi artículo de junio de este año, LA PAZ ES
POSIBLE, en Colombia y en cualquier lugar del mundo. Basta con que nos hagamos
más humanos.
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