Por Jorge Eduardo Medina Barranco
8 de febrero de 2014, Breña Baja, Tenerife - España
Podríamos pensar,
equivocadamente, que la barbarie sólo se expresa mediante la brutalidad de la
guerra. Pero existen elementos aparentemente menos salvajes que la guerra y que
son un claro indicativo de la barbarie. Uno de ellos es la corrupción.
De acuerdo al diccionario de
la Real Academia Española (RAE), la primera acepción de la palabra ‘corrupción’
es la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a
alguien, pervertir, dañar). Cuando la corrupción se refiere a las personas
estamos hablando de una depravación ética y moral que, en muchos casos, conduce
a situaciones o resultados inhumanos y, por lo tanto, bárbaros. En la sociedad
la corrupción de las personas se puede manifestar de muchas maneras
individuales o colectivas: corrupción empresarial, corrupción policial, corrupción
política, corrupción de menores, etc.
Datos como que 85 individuos
acumulan tanta riqueza como los 3.570 millones de personas que forman la mitad
más pobre de la población mundial. O que la mitad de la riqueza está en manos
de apenas el 1% de todo el mundo. O cómo la concentración de la riqueza en
pocas manos y la brecha entre pobres y ricos siguen aumentando pese a la supuesta
gran recesión del año 2008, que no ha sido sino el mecanismo utilizado por los
corruptos y depredadores económicos para adquirir su mal habida riqueza. En
Estados Unidos, por ejemplo, el 1% más rico de la población ha concentrado el
95% del crecimiento posterior a la crisis financiera. En Europa, los ingresos
conjuntos de las 10 personas más ricas superan el coste total de las medidas de
estímulo aplicadas en la Unión Europea entre 2008 y 2010 (217.000 millones de
euros frente a 200.000).
Cuando estudiamos y
reflexionamos sobre las causas de la corrupción, llegamos a la conclusión de
que dichas causas pueden ser endógenas (las que tienen que ver con la
responsabilidad interna de cada individuo) o exógenas (son las causas que
dependen de la sociedad y por tanto son externas al individuo).
Entre las muchas causas endógenas,
que tienen que ver con el individuo, podemos enlistar las siguientes:
·
Falta de educación en valores
éticos
·
Falta de valores humanistas
·
Carencia de conciencia social
·
Desconocimiento legal
·
Baja autoestima
·
Paradigmas distorsionados y
negativos (egoístas).
Como elementos exógenos de la
corrupción (los que dependen de la sociedad), podemos considerar los siguientes:
·
Modelos sociales que transmiten
falta de valores éticos
·
Impunidad en los actos de
corrupción
·
Excesivo poder discrecional del
funcionario público
·
Concentración de poderes y de
decisión en ciertas actividades del gobierno
·
Soborno internacional
·
Control económico o legal sobre
los medios de comunicación que impiden se expongan a la luz pública los casos
de corrupción
·
Salarios demasiado bajos
·
Falta de transparencia en la
información concerniente a la utilización de los fondos públicos y de los procesos
de decisión
·
Poca eficiencia de la
administración pública
La ONG Transparencia
Internacional[6] ha publicado su Índice
de Percepción de la Corrupción Mundial de 2013 (IPC), el cual clasifica a todos
los países en función de la corrupción que se percibe en sus instituciones
administrativas y políticas. Se tiene muy en cuenta la percepción del abuso de
poder para el beneficio propio. La escala del ranking oscila entre 0 (muy
corrupto - rojo) y 100 (muy limpio - amarillo).
Los resultados
que arroja el IPC 2013 demuestran una vez más que la corrupción es un
grave problema mundial que debe ser afrontado y combatido por la sociedad. La
presidenta de Transparencia Internacional, Huguette Labelle reclama: “Los
gobiernos deben incorporar acciones contra la corrupción en todas las
decisiones públicas". Para ello propone como prioridad que se dicten leyes
más efectivas sobre lobby y financiamiento político, mayor transparencia de la
contratación y el gasto público.
Mi primera reacción cuando
leí estas propuestas fue preguntarme si los gobiernos tienen la autoridad moral
para detener la corrupción mundial: muchos gobiernos han estado o están en el
centro de un escándalo de corrupción. Además, la corrupción no es sólo
responsabilidad del sector oficial, del Estado o del Gobierno de turno, sino
que incluye muy especialmente al sector privado debido al tráfico de
influencias entre el sector privado y el público. Por esta razón existen
entidades nacionales e internacionales, oficiales y privadas, con la misión de
supervisar el nivel de corrupción administrativa internacional, como es el caso
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de los Estados
Americanos (OEA), y Transparencia Internacional. Pero, ¿Entre tanta corrupción
mundial quién garantiza que las personas que forman parte de instituciones
públicas o privadas internacionales no son corruptas?
¿Cómo podemos colaborar para
resolver este grave problema de barbarie? ¿En qué puede contribuir cada uno de
nosotros para disminuir esta barbarie de la corrupción? ¿Cómo podemos resolver
este gran problema?
De acuerdo a
los expertos en estos temas de corrupción, la transparencia es el mejor
antídoto contra la corrupción: los ciudadanos deben, cada vez más, reclamar más
información sobre los casos de corrupción en sus respectivos países y una mayor
exigencia legal para la persecución a los corruptos; se debe trabajar por la
transparencia y la rendición de cuentas para restablecer la
confianza y combatir el flagelo de la corrupción mundial. Eso exige
conciencia personal de la realidad social lo que, a su vez, implica despertar
la propia conciencia en el aquí y ahora, en el mundo que estoy viviendo y
construyendo con mis propias acciones, en mi mundo de relaciones conmigo mismo
y con la sociedad. Eso conlleva un trabajo psicológico y espiritual sobre mí
mismo para eliminar de mi psiquis los factores egoicos que me inducen a caer,
en el peor de los casos, en brazos de la corrupción; y, como mínimo, en el
desconocimiento o la ignorancia sobre esta lacra mundial de la corrupción, acto
de barbarie que produce grandes tragedias humanas.
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